El viento frío colaba entre las ruinas, levantando polvo antiguo que danzaba como fantasmas a la luz de la luna. Kael avanzaba con cautela, sus sentidos alerta, pero su mente atrapada en la sombra de lo que acababa de ver: Ailén, huyendo, con la desesperación marcando cada paso.De repente, una presencia suave pero firme lo detuvo.—No todos los fantasmas son enemigos —susurró una voz, como un eco seductor.Kael giró, la daga lista, pero lo que encontró no fue peligro.Ella estaba ahí, tranquila y segura, con una sonrisa que no alcanzaba a ser completa.Kael la estudió, buscando una trampa, un signo de amenaza. Pero en su mirada encontró algo diferente: una soledad que se parecía demasiado a la suya.—¿Por qué me sigues? —preguntó él, con voz áspera.Sareth dio un paso adelante, el roce de su piel rozando la suya apenas un instante.Un silencio pesado se instaló entre ellos, cargado de palabras no dichas.Kael sintió el impulso de retroceder, pero
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