La mañana llegó con un cielo grisáceo que presagiaba tormentas. Alan observó por la ventana de su habitación, el café intacto entre sus manos. Aquel beso seguía quemándole los labios, como una marca que no desaparecía. Maritza… su nombre era un eco indeseado en su mente desde aquel momento en que la tuvo tan cerca, furiosa, vibrante, jodidamente viva. ¿Qué tenía esa mujer que lo descolocaba tanto? ¿Por qué le arrancaba emociones que había aprendido a enterrar bajo capas de indiferencia?Pero si algo tenía claro, era que ese beso había sido un error. Uno que no pensaba repetir. Si eso pasaba su corazón estaba cerca de sufrir más que su cuerpo.Suspiró hondo y se dirigió al ascensor. Iba rumbo a la empresa. Quería volver a estar en control, a sentirse útil… aunque ni sus piernas respondieran como antes. Y ella estaría allí. Sabía que enfrentarse a Maritza sería inevitable, por cualquier cosa ellos terminaban discutiendo.En las oficinas de Cisneros Group, el ambiente vibraba con la ruti

Los días pasaban con el peso de una guerra silenciosa. Maritza continuó trabajando en la empresa por decisión de Adrián quien se lo pidió personalmente. Ella sería la clave para descubrir los movimientos de aquellos que pretendían volverse ricos a costilla de la empresa Cisneros. Pero nada era tranquilidad para Maritza y Alan. Ambos tenían una batalla hecha de miradas que cortaban como bisturís, de silencios cargados de reproches y pasos firmes que hacían temblar los pasillos de la empresa.Maritza no se molestaba en ocultar su descontento, ni aunque el hombre que ahora dirigía todo se llamara Alan Cisneros y ocupara el puesto más alto.Era evidente.Cada vez que lo veía, su rostro se tensaba como si hubiera probado un limón.Cada vez que hablaba con él, su tono era tan gélido que podría haber congelado el infierno.Y Alan, por su parte, no se quedaba atrás.Aunque había regresado con un enfoque profesional y una máscara de hielo, la realidad era que Maritza le hacía perder el contro