Eduard Castillo Meléndez había llevado a su abuela Martina a varios hospitales, donde todos le dieron la misma noticia: su abuela había estado luchando durante años contra una grave enfermedad. —Lamentablemente, su abuela no tiene mucho tiempo de vida; sus días están contados— le informó recientemente un médico.Una tarde, mientras Eduard estaba en la empresa dirigiendo una importante campaña de ropa interior, su abuela Martina, esforzándose por hablar, pidió a su nieta Sandra que llamara al abogado de la familia.Sandra, nerviosa ante las palabras de su abuela Martina, se detuvo un momento antes de buscar su teléfono móvil y llamar al abogado.—¿Aló? Abogado Tomás, buenos días, mi abuela Martina lo necesita. ¿Puede venir a casa?— dijo Sandra con la voz temblorosa.—Saludos, señorita Sandra. ¿Sucede algo?— preguntó el abogado, preocupado.—Mi abuela lo necesita, por favor venga lo antes posible— respondió Sandra, visiblemente asustada.—No se preocupe, enseguida iré —contestó el aboga
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