El conductor del taxi se detuvo en una pequeña casa. Margarita salió del coche. Abrió la entrada de la vivienda, el conductor sacó la maleta del baúl y la colocó dentro. Margarita abonó al conductor por su trabajo y posteriormente se marchó. Margarita estaba angustiada; no sabía cómo lidiar con su embarazo. Ella no quería estar embarazada, pero ese bebé no tenía que sufrir las consecuencias de sus decisiones.
Margarita se dio una ducha caliente, se vistió, se puso un vestido básico con sus zapatillas y se peinó. Se pintó un poco; después salió del cuarto, fue a la cocina y hizo una ensalada de frutas. La casa modesta no era extremadamente lujosa, pero contaba con las facilidades indispensables para que ella pudiera habitar.
Cuando Margarita finalizó su comida, recogió su bolso y las llaves, abandonó la casa y se encaminó hacia la empresa donde se encontraba Eduard.
Al llegar Margarita, a la compañía Castillo Meléndez.
El vigilante la recibió.
—Buenas tardes, señorita Martines. ¿A