Eduard se encontraba en una situación complicada con su empresa, ya que la marca de ropa interior que dirigía no había alcanzado los resultados esperados. Esta falta de rendimiento llevó a los inversionistas a expresar su descontento, e incluso decidieron cancelar el contrato.
—Calmemonos, caballeros; todo se resolverá—les expresó Eduard, tratando de calmar el ambiente. Los inversores ignoraron a Eduard, arrojaron las carpetas y salieron de la sala de juntas, dejando a Eduard irritado y decepcionado por la pérdida de mejores contratos. Salió de la reunión y se encaminó a su oficina; al entrar, cerró la puerta de un portazo, haciendo que las secretarías hablen sobre su jefe. —¿Qué sucedió esta vez?—murmuraron en tono bajo. **** Eduard se sintió frustrado por la pérdida de uno de los mejores contratos. Producto de su rabia en ese momento, dejó caer todos los documentos que tenía en su oficina, dejándolos esparcidos por el suelo. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse sereno, Eduard se sentía abrumado por la intensa rabia que lo consumía. En un intento de mitigar su enojo, decidió buscar una de sus pastillas, aunque había dejado de tomarlas. Sabía que en ese momento las necesitaba para encontrar algo de calma. Estas pastillas, que actuaban como una forma de droga, le proporcionaban la relajación que tanto ansiaba. Sin embargo, su familia desconocía este hábito, ya que había mantenido en secreto su consumo. La única persona que tenía conocimiento de su situación era su abuela, Martina. Los recuerdos de su historia regresaron nuevamente para atormentarlo. No lo dejaban tranquilo. Estaba profundamente enamorado de su novia, Margarita Márquez, y se sentía preparado para avanzar y casarse con ella, pero una sola noche cambió el rumbo de su vida. Mientras Eduard abandonaba su oficina para adquirir un anillo de compromiso para Margarita, desconocía que ella se entregaba a su mejor amigo, Carlos. Sin conocer sus reuniones secretas ni la complicidad existente, Eduard seleccionó un elegante anillo de diamantes con la ilusión de festejar su compromiso en una cena memorable. Todo se cayó cuando recibió unas perturbadoras imágenes en su teléfono que mostraban a Margarita y Carlos sin ropa, disfrutando de una noche romántica. Junto a las fotos, un mensaje perturbador decía: “Te arrebate lo que más querías. "¿Cómo se siente perder?". La ira y la desilusión llenaron el corazón de Eduard. Sin dudarlo, canceló la cena que había organizado con tanto cariño y se quedó con el anillo de compromiso, sin saber cómo actuar. La intensidad de esa traición lo condujo a abandonar el amor y a rechazar la noción del matrimonio. Su aversión hacia las mujeres, y especialmente hacia la joven que le causó dolor, se intensificó. Transcurrieron varios meses en los que Eduard batalló por sanar. Le resultaba difícil salir de casa y aún más ir a la oficina, mientras la depresión se instalaba en su vida. Finalmente, se vio en la necesidad de recibir apoyo terapéutico y de continuar con el tratamiento de los medicamentos que le había indicado su médico. Eduard se sentía aislado y sin energía para seguir, echaba de menos los abrazos de su amada abuela, ella era la única que lo comprendía y sabía cómo se sentía. No pudo evitar las lágrimas, intentó tranquilizarse para no parecer vulnerable. Sin embargo, se sentía desolado, a punto de desplomarse en el mismo lugar donde había caído. No deseaba recaer en la depresión, ya que le fue difícil salir de esa situación. Luego de ingerir la pastilla con algo de agua, la guardé en el lugar donde la tenía oculta, se abrochó el abrigo, tomó las llaves del auto y su celular, salió de la oficina. Se acercó a la recepción donde estaban las secretarias. Con un tono irritado. —Quiero que limpien mi oficina—ordenó Eduard Al oír la imponente voz de su jefe, una de las secretarías le obedeció de inmediato, dejó su puesto y se dirigió a buscar al personal de limpieza. Eduard, salió de la empresa, subió a su coche, se fue para la casa, para hablar con su familia sobre Marcela. Mientras tanto, en el hospital, la abuela de Marcela se despertó al ver a su querida nieta dormida a su lado, y con ternura le habló: —Mi querida nieta—dijo Bianca. Marcela, que se había quedado dormida por el cansancio de varios días en el hospital, se despertó al oírla y no pudo evitar llorar de emoción. —¡Abuelita! ¿Cómo te sientes?—exclamó Marcela entre lágrimas de alegría. —Estoy mejor, querida, pero tú te ves pálida y no has dormido nada—dijo Bianca con preocupación al verla. —Tranquila, lo importante es que tú estés bien—respondió Marcela, abrazándola con cariño. En ese instante, llegó el doctor Mauricio. —¡Saludos! Me alegra ver que se ve mejor—comentó amablemente. —Ya hemos realizado los exámenes, pero es importante que se cuide, ya que sus pulmones están muy sensibles—le explicó el doctor. —Gracias, doctor. ¿Cuándo puedo irme?—preguntó Bianca, cansada de estar en el hospital. —Señora Bianca, aún no puede irse. Debe esperar hasta que esté mejor para poder darle el alta—indicó el doctor. Luego, el doctor solicitó a Marcela que lo acompañara un momento a su consultorio para hablar en privado. Marcela, dejando a su abuela por un instante, se levantó de la silla y se dirigió hacia él. Al entrar en el consultorio, tomó asiento. —¿Qué ocurre con mi abuela? —preguntó Marcela, con preocupación. —Señorita Marcela, su abuela, necesita reposo absoluto. Con los nuevos medicamentos, esperamos que logre mejorar; sus pulmones no están filtrando suficiente oxígeno, por eso le cuesta respirar—le explicó el doctor Mauricio, mientras le entregaba los resultados. Marcela sostuvo los resultados de los exámenes en sus manos, y al verlos, un temblor de miedo comenzó a recorrerlas. Respiró profundamente antes de hablar. —¿Podrá mi abuela recuperarse con los medicamentos?—preguntó sintiendo un extraño nudo en su garganta. —Señorita ¿Se encuentra bien?—preguntó el doctor observándola. —No estoy bien, no quiero perder a mi abuela—dijo Marcela entristecida. —Señorita trate de calmarse, haré todo lo que estén, mis manos para ayudarla—respondió el doctor brindándole su apoyo. —Gracias, doctor—contestó Marcela antes de retirarse. Marcela salió del consultorio y se sentó un momento en la sala de espera. Con las lágrimas corriendo por sus mejillas, elevó una súplica a Dios con todas sus fuerzas: "Por favor, Dios mío, no me quites a mi abuela. No te la lleves.” Tomó su pañuelo de su bolso, se secó las lágrimas, aguardo los exámenes dentro su bolso. Para que su abuela no sospechara nada volvió a la habitación de su abuela. *** En ese momento, Eduard, llegó a la casa, estacionó su coche, se bajó del auto, abrió la puerta de la casa. Al entrar, primero fue a su habitación, cerro la puerta de su cuarto, dejó el maletín sobre su cama, tomó una ducha caliente que le ayudará a liberar su estrés, se cambió de ropa. Se vistió con camisa de cuadros de color negro, con su pantalón azul marino, sus zapatos negros, bajo de la habitación, se dirigió hacia la sala para hablar con su familia. Saludos: Espero le esté gustando mi Novela. No, olvide Seguirme, agregar a su biblioteca, para no perderse las actualizaciones de la historia, ¿Que pasará entre Eduard y Marcela?