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Capítulo 6: El VELORIO DE MI ABUELA

Eduard, todavía estaba procesando el fallecimiento de su abuela. Era difícil para él aceptar que ella ya no estaba presente, ya que guardaba con cariño los mejores recuerdos a su lado.

A pesar de su esfuerzo por mantenerse valiente y contener el llanto, las lágrimas caían por sus mejillas, reflejando un sufrimiento profundo que le impedía encontrar palabras. Con una calma renovada y algunos ojos húmedos, se acercó a su familia.

—Tíos y primos, sé que la pérdida de la abuela no ha afectado a todos por igual. Es importante que seamos fuertes, ya que hemos entregado todo lo que está en nuestras manos para proporcionar una buena calidad de vida; hemos cumplido como hijos y nietos responsables. Me ocuparé de todos los detalles para el funeral de la abuela—añadió Eduard, con melancolía y una lágrima brotando. Cómo anhelaba con su serenata única.

No obstante, Sandra, a pesar de la tristeza por la separación, con el corazón roto y las lágrimas fluyendo por su cara, inhaló profundamente.

—Mi primo Eduard está en lo cierto. Realizamos todo lo que pudimos para asistir a la abuela. No resulta sencillo asumir que ya no se encuentra con nosotros y ajustarse a una vida solo con la memoria. Te brindo mi respaldo —expresó Sandra con tristeza.

—Gracias, prima, valoro tu apoyo y aprecio que cuides de nuestra abuela—respondió Eduard, abrazando a su prima con gratitud.

Eduard y su prima Sandra salieron de la habitación de la abuela y se dirigieron a la cocina para conversar con los trabajadores de la casa. Al entrar, notaron que el ambiente estaba cargado de tristeza debido a la reciente pérdida de su jefa, Martina. Al ver a Eduard y Sandra, los empleados dejaron de lado sus tareas y se acercaron para mostrarles su apoyo.

—Queridos empleados, apreciamos sinceramente todos los años que dedicaron al cuidado de nuestra abuela. Nos gustaría que se unieran a nosotros en los preparativos para el funeral—dijeron Eduard y Sandra con un tono apenado.

En ese momento, Francisca, una de las trabajadoras, se acercó con una expresión de melancolía. —Mis queridos Eduard y Sandra, les ofrezco mis más sinceras condolencias de parte de todos nosotros. Pueden contar con nuestro apoyo—manifestó Francisca con calidez.

—Agradecemos a todos, se lo agradecemos mucho—respondieron Eduard y Sandra con una voz melancólica.

Al abandonar la cocina, Eduard y Sandra se encaminaron a la biblioteca, para preparar los arreglos.

Al entrar, los dos vieron todas las pertenencias de su abuela, comenzando por su sillón favorito, de tono lila, donde ella tomaba las decisiones familiares. Su bolígrafo negro y un pequeño cuaderno de notas que estaba asegurado con llave.

Eduard, trató de permanecer fuerte a pesar del dolor que sentía, debido a la muerte de su abuela. Dado que todo el procedimiento para coordinar los preparativos del funeral le parecía complicado. Y penoso.

Luego tomó el teléfono y se comunicó con la funeraria donde había asegurado a su abuela.

En la otra parte de la línea.

—Buenas noches, señor Eduard—respondió Andrés Cortés.

—Buenas noches, mi abuela Martina ha muerto y requiero sus servicios funerarios para organizar su velorio—dijo Eduard, esforzándose por no llorar.

—Mis más sinceras condolencias, señor Eduard Castillo. Contamos con dos alternativas de servicio: la primera es el velorio en nuestras instalaciones, y la segunda es que hacemos todo en la residencia del cliente—indicó Andrés mientras observaba la pantalla del ordenador.

—Escogeré la segunda alternativa, por favor, deseo que todo salga perfecto, es para mi abuela—le manifestó Eduard.

—Excelente, señor Eduard, enviaré al instante a mis empleados para que recojan a su abuela, la preparen y luego lleven el mobiliario del velorio—le respondió Andrés con respeto.

—Señor Andrés, mi abuela pertenece a la fe cristiana para la preparación. No queremos que le pongas maquillaje, solo llevará su vestido azul marino, su cabello rizado y sus zapatillas negras—le comentó Eduard, sintiendo una extraña presencia a su lado que le provocó escalofríos.

—Está bien, señor Eduard, haremos lo que usted indique—se despidió Andrés.

Luego de la llamada, Eduard trató de tranquilizarse. Una sensación curiosa lo abrumaba, como si alguien lo estuviese mirando. A pesar de no tener fe en esas cosas, no podía evitar experimentar miedo.

Se acercó a su prima Sandra, inhaló hondo y le dijo algo.

—Sandra, ¿piensas que hay personas raras en la casa? Me encuentro muy asustado— comentó Eduard, su voz mostrando el nerviosismo que lo dominaba.

Sandra, asombrada por la preocupación de su primo, no supo qué contestar de inmediato. Después de unos minutos de consideración, finalmente comentó:

—Eduard, esas cosas no son reales. ¿Ahora vas a decirme que crees en entidades sobrenaturales? No estoy en el ánimo para tus chistes—contestó, claramente irritada.

—No afirmo que exista un fantasma en la casa, pero al ingresar a la biblioteca vi un reflejo de alguien. Era mi abuela, y nos dijo adiós—le reveló Eduard, con un tono lleno de tristeza.

Sandra lo observó con inquietud y contestó:

—Eso debe ser tu subconsciente haciéndote una broma. Quizás aún estés asimilando la muerte de mi abuela. Es habitual experimentar dolor por su ausencia—comentó Sandra, con una expresión de preocupación.

Unos minutos después, Eduard y Sandra salieron de la biblioteca. Buscando relajarse, Eduard fue a su cuarto para tomar una ducha, sin poder conciliar el sueño por la reciente muerte de su abuela.

Mientras estaba en la habitación, Eduard trató de apaciguar su temor mientras inhalaba, se dio una ducha caliente, luego se vistió con su traje formal de luto, peinó su cabello hacia un lado, se puso los zapatos negros y se ajustó el reloj de oro en la muñeca.

Casi nunca se ponía el traje de duelo porque no le resultaba cómodo, pues le recordaba la muerte de su abuelo y de sus queridos padres.

Hoy se conmemoraba, otro año de su partida y sentía el mismo vacío habitual, pero hoy era más fuerte porque su abuela se les unía.

Sandra ascendió a su habitación; al ingresar, cerró la puerta. Después, tomó una ducha caliente, se vistió con un vestido negro en honor a su abuela, se peinó, se hizo algunos rizos y se puso unas zapatillas grises.

***

Los trabajadores de la funeraria llegaron en su camioneta negro y estacionaron en la entrada. Una de las trabajadoras los recibió y, al entrar, salió Sandra de la habitación y bajó a la sala para atenderlo. Andrés se acercó a ella.

—Buenas noches, señorita. Mis más profundas condolencias por el fallecimiento de su ser querido. Nos encontramos aquí para recogerla y prepararla—declaró Andrés en un tono cauteloso.

Sandra, antes de hablar, respiró hondo y soltó un suspiro causado por la melancolía.

—Buenas noches, señor Andrés. "Venga a la habitación de mi abuela"—le dijo Sandra, tratando de contener las lágrimas.

Sandra condujo a Andrés hacia la habitación de su abuela. Al llegar, Andrés y uno de sus colaboradores, expresaron su más sentido pésame a la familia. Levantaron a la abuela Martina y la colocaron en la camilla, cubriéndola con una sábana. Al salir de la habitación, Valeria, su hermano Hugo, su sobrino León y su cuñada Mónica también la siguieron.

Valeria, con lágrimas que cubrían su cara, seguía asimilando la muerte de su madre Martina. No quería que se lo llevara. Al ver a su madre sumida en la tristeza por la pérdida de su mamá, Sandra se preocupó por ella. Con la ayuda de su tío Hugo, llevaron a Valeria a una de las habitaciones. La colocaron en la cama ya que todavía se encontraba en estado de conmoción por su muerte.

Sandra, halló un analgésico de inmediato y se lo puso en la mano a su madre, Valeria, quien trataba de no caer en el sueño y permanecer despierta. El medicamento comenzó a hacer efecto y Valeria se durmió...

Eduard, al escuchar el ruido, salió de la habitación y descendió a la sala. Al ver que llevaban a su querida abuela, Eduard no pudo evitar sentirse más desolado y las lágrimas mojaban su cara.

Se acercó a la camilla y se despidió de su abuela por última vez.

Reposa en paz, amada abuela mía. Cuida de mí desde donde estés. No se trata de una despedida, sino de un hasta pronto.

Su nieto León se acercó a la camilla donde estaba su abuela Martina, con lágrimas rodándole por las mejillas, se acercó a ella, levantando la sábana y besó su frente con afecto.

Descansa en paz abuela, siempre te llevaré en mi memoria por todo el amor y cuidado que me brindaste en mi infancia.

Su nuera Mónica, igualmente afligida. Se despidió de su amada suegra Martina, besándole las suaves manos, mientras las lágrimas brotaban.

***

Mientras Valeria dormía debido a los analgésicos que le dio su hija Sandra, su hermano Hugo permaneció a su lado.

Sandra ingresó al cuarto de su abuela, con tristeza aún en su corazón por su ausencia. Observó en el guardarropa y halló el vestido azul marino, las zapatillas oscuras y los pasadores para su cabello. Salió de la habitación y, al llegar a la sala, confío cuidadosamente todo al asistente para que le ayudara a vestir a su abuela.

Se despidió de su abuela por última vez.

Aprecio tu atención, valoro que hayas compartido tus hermosas historias, que ahora llevo en mi corazón. Te recordaré siempre, querida abuela.

Antes de partir, Eduard le entregó el cheque con el dinero para cubrir todos los costos del funeral.

Andrés obtuvo el cheque antes de marcharse.

—Nos llevará unas horas, mientras alistamos a su abuela; dejaré a uno de mis colaboradores para que se ocupe de disponer todo el mobiliario para el funeral—le explico amablemente, mostrándose comprensivo.

—Gracias, está bien, aprecio su ayuda—dijo Eduard al darle la mano a Andrés.

La trabajadora, abrió la puerta y sintió melancolía por la muerte de su jefa Martina; el asistente ayudó a llevar la camilla con el cuerpo de la abuela a la camioneta.

Luego cerraron la puerta, y los trabajadores colaboraron en llevar las pertenencias del velorio hacia la casa.

No obstante, Andrés condujo la camioneta hacia la casa funeraria para arreglar el cadáver de la abuela.

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