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Capítulo 5: LA PARTIDA Y El FALlECIMIENTO DE LA ABUELA

Justo en ese momento, el móvil de Eduard sonó y, al ver la pantalla, reconoció que era su tía Valeria. La rabia lo invadió al pensar en la falta de preocupación hacia su madre.

Para no alertar a su abuela Martina, se levantó con cuidado de la cama y salió momentáneamente de la habitación.

Se dirigió al salón para responder la llamada.

—¿Dónde estás, tía? Mi abuela no está bien. Mi prima Sandra te estaba llamando—exclamó, molesto, apretando el puño.

—No tienes derecho a gritarme; estaba en una reunión laboral. Vi la llamada fallida, pero cuando intenté responder, ya era demasiado tarde. ¿Qué le pasa a mi mamá?—contestó Valeria, furiosa.

—La abuela tiene dificultad para respirar. Quiere despedirse de todos nosotros. Haz lo que sea necesario para venir a la casa—le explicó Eduard, esforzándose por calmar su enojo.

—¡Dios mío, pobre de mi mamá! Disculpa por no haberte contestado antes. Tomaré un vuelo para llegar a tiempo—respondió Valeria, con pesar en su voz.

—No es momento de dramatizar. Debemos actuar. Busca un vuelo—ordenó Eduard.

—No es tu madre, así que no tienes derecho a hablarme de esa manera. Si me pongo triste es porque no quiero perderla. Hablaremos en la casa; ahora voy al aeropuerto—replicó Valeria, con lágrimas rodando por su mejilla.

Al finalizar la llamada, Eduard regresó a la habitación de su abuela. No deseaba apartarse de ella, por si necesitaba algo.

En ese instante, el automóvil de Hugo se detuvo en la entrada; él y su esposa Mónica, junto a su hijo León, bajaron del auto.

Al entrar, la trabajadora los recibió.

—Buenos días, Daniela—saludaron Hugo y Mónica Cortés.

—Buenos días. Mi niño, Hugo, su mamá Martina lo está esperando—dijo la empleada.

Hugo se dirigió con su esposa Mónica y su hijo León hacia la habitación de su madre, Martina.

Al entrar, se encontró con su madre sufriendo por el dolor, y no pudo evitar llorar. Acercándose con cuidado, besó su frente mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Mami, sabes que te quiero mucho. Todo va a estar bien—dijo Hugo con tristeza.

Martina, con dificultad para respirar, intentó articular algunas palabras, pero no logró hacerlo. Sandra y Eduard, abrumados por la angustia, se sintieron cada vez más preocupados.

—Abuela, trata de dormir un poco—le dijeron, temerosos de perder a su querida Abuela.

Martina, Con la respiración agitada y una punzada intensa en el lado del corazón, hizo un último esfuerzo por hablar.

—Mi niño Hugo, mis nietos Sandra, León y Eduard, y mi nuera Mónica... Esta pobre vieja ya no tiene las mismas fuerzas, se siente agotada—expresó, mientras una lágrima caía de sus ojos.

Hugo, intentando contener las lágrimas, vio cómo estas rodaban por sus mejillas.

—Mamá, te amo, lucha por seguir viva. Te necesitamos—imploró entre sollozos, rogando a Dios.

**

En ese momento, Valeria llegó al aeropuerto, bajando rápidamente del taxi y dirigiéndose a la terminal.

Víctor y Valeria estaban casados desde hacía mucho tiempo; ambos optaron por invertir en diversos negocios. Víctor laboraba en un modesto concesionario comercializando automóviles, donde era uno de los principales socios. Por otro lado, Valeria estaba empleada en una firma de abogados.

—Buenas tardes. Necesito un boleto de avión, por favor, es una emergencia—dijo con la voz temblorosa.

La aerolínea, al percibir su inquietud, intentó tranquilizarla.

—Buenas tardes. Señorita, únicamente contamos con un pasaje de avión disponible para el turno nocturno—le señaló, observando la pantalla del ordenador.

—Si está correcto, lo aceptaré. Es una urgencia, debo llegar a tiempo—le dijo Valeria angustiada.

—Tan pronto como aterrice el avión, le informará tome asiento—le comentó la aerolínea con suavidad.

Valeria se sentó, suplicando a Dios que le diera la oportunidad de llegar a tiempo, mientras las lágrimas resbalaban por su cara.

“Dios, tú que conoces cada alma, perdóname y déjame llegar a tiempo para ver a mi madre.”

Amén.

Esa frase. Le brindó a Valeria calma en medio de la tempestad que experimentaba.

Cogió su teléfono y llamó a su hija Sandra.

—Hola, mi niña, ¿cómo está tu abuela?—preguntó Valeria, asustada.

—Mamá. ¿En qué lugar te encuentras? La Abuela no se encuentra bien—le comentó Sandra con el corazón roto.

—Hola, mi niña, ya llegué al aeropuerto, te aviso apenas esté allí. Cuida a la abuela—solicitó Valeria.

—No te angusties, mamá. Todos en la casa la estamos vigilando—responde Sandra, sintiendo tristeza por su abuela.

La conversación concluyó, Valeria aguardó la llegada del avión. Pocos minutos después,

—Damas y caballeros, por favor. Abordar el avión a través de la puerta 3 pasillo 1—anunció la compañía aérea, por el altavoz.

Valeria se levantó con precaución de su lugar y se unió a los demás pasajeros para embarcar en el avión.

Al llegar a la entrada, la asistente revisó los boletos y los condujo a cada uno a sus asientos.

Valeria, ya en su asiento, manda un mensaje a su sobrino Eduard.

Voy en el avión y aterrizare temprano, por favor ven a recogerme.

Mando el mensaje.

***

Sandra, al notar que su abuela sufría por el intenso dolor, buscó en la mesita de noche un calmante y preparó la inyección. Tomó un poco de algodón y lo empapó en alcohol, se acercó a su abuela y, con precaución, le aplicó el calmante en la mano. El analgésico comenzó a surtir efecto, su abuela se fue quedando dormida.

Eduard se acomodó otra vez al lado de su abuela, pero su corazón se rompía al contemplar la frágil situación de ella. No deseaba dejarla ir.

Mientras Hugo y su esposa Mónica se sentaron al otro lado de la cama, León se recostó con su abuela, sosteniendo su mano, mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

Sandra salió de la habitación de su abuela y fue hacia la sala para hablar con los trabajadores.

—Necesito que prepares varias habitaciones, la primera para mi tío Hugo y su esposa Mónica, la segunda para mi mamá Valeria y mi papá, y la última para León. Haz la cena temprano y suficiente café, la noche será larga—dijo Sandra mientras soltaba un suspiro de cansancio.

—Si está bien, mi pequeña Sandra, puede contar con nosotros, lo haremos de inmediato, tenga confianza—le respondió la trabajadora Daniela con un tono afectuoso. Se ausentó.

Luego. El automóvil de Víctor, se detuvo en la entrada. Al bajarse, una de las empleadas lo recibió; dejó la maleta en la sala y, al ver a su hija Sandra tan triste, se acercó y la abrazó.

—No, no llores, mi niña, tu papá está aquí para protegerte, has hecho un gran trabajo cuidando a tu abuela—dijo Víctor con tono reconfortante.

—Papá, qué bueno que llegaste. Ya no pudo más, me quedé sin fuerzas, ayuda a Eduard, él no está bien —dijo Sandra, angustiada por su primo .

Esa palabra provocó una tristeza en Víctor, no pudo contener las lágrimas. Intento ser fuerte, se dirigió a la habitación donde estaba su suegra Martina al pasar. Se acercó a Eduard para charlar con él.

—Sobrino, todo estará bien, tu abuela va a mejorarse—le comentó Víctor mientras lo abrazaba.

Eduard, en silencio, no dijo nada, pero su corazón se sentía roto por los recuerdos de su pasado regresando una vez más.

***

En el aeropuerto, el piloto cerró las puertas de la aeronave y dio inicio al despegue.

Los trabajadores organizaron cada uno de los espacios, al tenerla preparada. Se dirigieron a cocinar la cena.

León se dirigió a la habitación para descansar porque había sido un viaje extenso y no había dormido nada; solo quedaron Eduard y su tío Hugo.

Mónica, también se dirigió a la habitación para ducharse, regresaría luego para estar con su esposo en estos momentos, tan difíciles...

Sandra, regresó a la habitación de su abuela; al entrar, su abuela aún dormía, pero observó que seguía respirando con dificultad. Sentía que no lograría sobrevivir esa noche.

Para la cena, prepararon un platillo sencillo de un delicioso arroz con verduras y. Con jugo de limón al lado. Lo ofrecieron en el comedor.

La asistente de confianza, se dirigió a la habitación de su jefa, se aproximó a Sandra.

—Mi niña, la cena está lista— le comunicó Daniela.

—Gracias Daniela, ya estamos yendo—contesta Sandra, con una pequeña sonrisa, para ocultar su tristeza.

Una vez que se marchó la empleada, Sandra llamó a su familia para que bajaran a cenar. Su tío Hugo se levantó con cuidado de la cama de su mamá y salió de la habitación, al igual que su papá Víctor.

Por otro lado, Eduard se quedó vigilando a su abuela y no descendió a cenar. Sandra , comprendía el sufrimiento que experimentaba su primo por su abuela.

Tras muchas horas, el vuelo de Valeria finalmente aterrizó en el aeropuerto. La azafata abandonó la cabina.

—Estimados pasajeros, hemos arribado. Deseo que tenga un buen viaje—anunció.

Los pasajeros del avión desembarcaron y se dirigieron hacia el exterior. Mientras Valeria aguardó un instante, cogió su teléfono. Llamó a su sobrino Eduard para que mandara a alguien a buscarla. Sin embargo, Eduard, al notar que su teléfono sonaba y al ver en la pantalla que era su tía Valeria, atendió la llamada y conversó en susurros para no despertar a su abuela.

—¿Dónde te encuentras, tía? ¿Ya has llegado?—inquirió Eduard, ansioso por su abuela.

—Ya me encuentro en el aeropuerto. ¿Puedes avisarle al conductor de la casa que me recoja, por favor?—solicita Valeria con su voz temblorosa.

—Sí, de acuerdo. Espérame un momento, se lo diré—comentó Eduard mientras interrumpía la llamada.

Eduard salió brevemente de la habitación en silencio para no molestar a su abuela, que dormía debido a los analgésicos. Se dirigió a la cocina, donde se encontraba el chófer de confianza.

—Señor Pedro, ¿podría recoger a mi tía en el aeropuerto, por favor?—pidió Eduard con amabilidad.

—Claro, señor Eduard, ya voy—respondió Pedro y salió de la cocina.

El conductor de confianza tomó el coche y se dirigió al aeropuerto a recoger a Valeria.

Eduard, cogió el teléfono nuevamente y finalizó la llamada.

—Tía, el conductor de la casa ya se fue al aeropuerto—le informó Eduard antes de terminar la llamada.

—Gracias, sobrino, nos vemos en un momento—respondió Valeria.

Eduard, antes de ir a la habitación de su abuela. Tomó un poco de café, y después de beberlo, regresó a la habitación.

Unos instantes...

El conductor llegó al aeropuerto. Valeria salió al exterior, Pedro, se bajó del coche, ayudó a colocar el bolso de Valeria, luego Valeria entró al coche. Luego subió Pedro y se dirigieron hacia la casa.

Durante el recorrido, Valeria se sentía agotada y, a su vez, fatigada; no había logrado descansar en su vuelo porque solo pensaba en su madre y su delicado estado de salud.

La cena terminó, los trabajadores recogieron los platos y los llevaron a la cocina, Hugo y Víctor volvieron a la habitación de Martina.

Pocos minutos después, el coche se detuvo en la entrada, Pedro salió del vehículo, abrió la puerta para Valeria, para que pudiera bajar. Mientras el sacaba la maleta del baúl.

Al entrar a la casa, la empleada la recibió y se dirigió a la habitación de su madre Martina.

Al ingresar, observó que su mamá estaba descansando por el efecto de los analgésicos que había tomado.

Se le acercó dándole un beso, con ternura mientras las lágrimas caían.

En ese momento, Martina se despertó más inquieta con el dolor más intenso y la punzada más aguda.

Intento comunicarme con sus suaves palabras surgidas del sufrimiento.

—Deseo que todos estén presentes, incluyendo a los empleados—expresó con dolor.

Eduard, al oír las últimas palabras de su abuela, se puso de pie, salió del cuarto. Fue a la cocina para conversar con los trabajadores.

—Vengan a la habitación, mi abuela quiere decirles adiós—ordenó Eduard, con un ligero presentimiento.

Al oír la orden, los empleados se asustaron, abandonaron sus pertenencias y se dirigieron con Eduard hacia la habitación de su jefa al entrar.

León y Mónica igualmente se dirigieron hacia la habitación.

Martina intentó controlar su respiración, pero el dolor era insoportable.

—Hugo y Valeria, mis hijos; León y Eduard, mis amados nietos; y mi pequeña Sandra. Mis queridos empleados, gracias por cuidar de mí—se despidió con gratitud Martina, mientras sus últimas palabras resonaban, su respiración se fue calmando, sus ojos se cerraron poco a poco y falleció.

Los trabajadores empezaron a lloriquear, se oyó un grito desgarrador.

—¡No, mi abuela! Despierta, abuela, no me abandones—exclamó Sandra con desesperación mientras abrazaba a su abuela. Eduard, al notar que su prima Sandra estaba llorando, se acercó y la abrazó; no pudo evitar que las lágrimas recorrieran su rostro, sintiendo el mismo dolor por la ausencia de la abuela.

Hugo y Valeria también lloraban, por la ausencia de su mamá. Apretaban a su mamá.

Los empleados abandonaron la sala, sintiendo una pena en su interior.

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