Al llegar, Eduard , se instaló en el sofá y disfrutó de un sorbo de su whisky favorito. Aprovechando que toda su familia estaba reunida, se dirigió a ellos.
—He decidido aceptar la cláusula de la abuela—declaró, aunque su tono no denotaba mucha convicción. Su tío Hugo lo miró sorprendido ante esa revelación. —¡Vaya, por fin dejaste a un lado ese orgullo! —exclamó¿Cómo se llama la afortunada?— le preguntó. —Tío, no empieces. Solo estoy aceptando la cláusula por el bien de la empresa. Conocí a la chica cuando la humillé en su trabajo por no atenderme correctamente. Se llama Marcela Suárez—respondió Eduard, visiblemente irritado. Sandra miró a su primo Eduard con expresión de desagrado y, tras un breve silencio, no pudo contenerse más. —No tiene derecho a humillar a nadie. Esa pobre chica, no puedo imaginar lo que tuvo que pasar para conseguir ese empleo —dijo, intentando ponerse en el lugar de la otra persona. Eduard, tratando de calmarse para evitar tener discusiones con su familia, le habló a su prima con un tono sereno, ya que conocía su temperamento más especialmente cuando se molestaba. —Prima, la chica no me atendió de forma adecuada, solo le puse la queja con su jefe, él tomó la decisión de despedirla—dijo hablándole de forma tranquila. Al notar la creciente tensión en el ambiente, su tío Hugo intentó calmar las cosas. —¿Sobrino, cuándo será la boda?—preguntó, buscando aliviar la situación. —No, no he hablado con Marcela sobre la boda; nuestra conversación se centró únicamente en los términos del contrato. No estoy interesado en una celebración lujosa ni en algo extravagantemente elaborado. Prefiero una boda sencilla, tal como sería si se realizara en casa—aclaró Eduard mientras terminaba de beber su whisky. —Respecto, la decisión que has tomado. Tengo que decirle que hay una noticia que probablemente no te gustaría escuchar—expresó su tío, mostrando una evidente preocupación. —¿Qué sucede, tío?—inquirió, mirándolo con seriedad. —Tu ex novia Margarita ha vuelto de viaje, quiere invertir en la empresa—le contó su tío. Eduard permaneció en silencio por un instante, evaluando la situación, sintiendo que la ira lo invadía con los recuerdos de su historia regresando nuevamente. Apretó sus puños para contener la ira, pero finalmente estalló. —Solicito que se impida el acceso a la empresa. Esa mujer no tiene nada que encontrar. No negociaré con ella, es mi decisión final —afirmó con determinación. —Tienes el total derecho a estar enfadado, pero por el bien de la empresa, deberías evaluar la propuesta; es una oportunidad significativa —le comentó su tío Hugo, haciéndolo reflexionar. Eduard, impulsado por la ira, se puso de pie rápidamente. —No tengo nada que reflexionar, he decidido; las cosas van a cambiar, solo requiero algo de tiempo. Apenas logré casarme con Marcela y recuperar mi porción de la herencia que me pertenece. Todo se solucionará—comentó, molesto. Eduard interrumpió la charla con su tío; para no tener problemas con él, agarró la llave del automóvil. Salió de su hogar, se metió en su automóvil y fue al hospital para conversar con Marcela sobre los planes de la boda. Mientras manejaba, reflexionó: ¿Cuál era el motivo de la llegada de Margarita? ¿Qué estará tratando de encontrar en este momento? *** Margarita Márquez, una mujer de cerca de 29 años, había logrado obtener todo lo que deseaba. Participó en varios certámenes de belleza y poseía una figura hermosa que había mantenido con diversas cremas y otros productos de belleza. Había conseguido premios tras un largo tiempo lejos de su hogar. Decidió volver para invertir en la empresa Castillo Meléndez. Debía contactar a Eduard para informarle sobre su situación de embarazo. En su reciente certamen de belleza, había caído enferma y no pudo competir. Después de varios días con molestias, se dirigió al hospital. Durante una cita, la doctora le llevó a cabo un chequeo habitual y varios exámenes. —Felicidades por su bebé, señorita, está esperando un hijo—dijo la doctora con gran entusiasmo mientras le mostraba los resultados del examen. Margarita permaneció callada durante un instante, con las manos temblando y la respiración entrecortada. Inhaló profundamente y luego se expresó. —¿Está usted segura de que estoy esperando un bebé? ¿Acaso no es un error?—comentó, rehusandose a admitirlo. —No hay ningún fallo, señorita, usted está en estado—le aseguró la doctora, hablándole con seriedad. No obstante, al recibir la noticia, Margarita se invadió de temor; no sabía cómo lidiar con la situación. Después de reflexionar bastante, optó por informarle a Eduard para que conociera la realidad. Al salir del hospital, Margarita se dirigió al aeropuerto para comprar un pasaje de avión. Al llegar, se dirigió a la taquilla para adquirir el boleto. —Hola, ¿en qué puedo ayudarte?—preguntó la agente con una sonrisa. —Hola, vengo a solicitar un pasaje—respondió Margarita, con la voz temblorosa. —Tenemos dos vuelos disponibles: el primero sale muy temprano por la mañana, a las 6:00 am, y el segundo parte por la tarde, a las 7:45 pm, y debe llegar puntual—le indicó la agente. —Voy a hacer la reserva del vuelo del turno vespertino —contestó Marcela, intentando gestionar sus nervios. —Excelente, señorita Margarita, ¿puedo obtener su información para realizar el registro de la compra? —preguntó la agente. —Claro, de acuerdo —respondió Margarita. **Información personal** Nombre completo: Margarita Saray Apellidos completos: Márquez Sánchez Documento de identificación: 22: 355.789 Edad: 29 años. Vuelo asignado: A las 7:45 de la tarde. —Su vuelo ha sido confirmado, debe llegar con antelación —le informó la agente, mientras le daba el boleto de avión. —Gracias, señorita —se despidió Margarita. Al salir del aeropuerto, Margarita se dirigió a organizar las maletas para tener todo en su lugar. *** Marcela, al estar en la habitación de su abuela tomó asiento en la silla de la cama, para conversar con su abuela. —Abuela, tengo que contarte algo significativo: me he enamorado de un joven, vamos a casarnos, deseo tu apoyo —le dijo con una amplia sonrisa. —¡Qué alegría siento por ti, mi nieta! Uno de mis anhelos se ha realizado. ¿Dónde se encuentra el chico y cuándo tendré la oportunidad de conocerlo?—preguntó su abuela Bianca con algo de interés. —Hoy lo vas a conocer, abuela. Agradezco tu apoyo —respondió Marcela, abrazándola con un aire de nostalgia. Mientras Marcela conversaba con su abuela, Eduard había llegado al hospital donde estaba cuidando a la abuela de su futura esposa. Se detuvo en la entrada, salió del coche e ingresó al hospital. Se encaminó hacia la recepción. —Hola, señorita. Vengo a visitar a una paciente de este hospital; se llama Bianca Suárez y su nieta es Marcela —indicó Eduard. La recepcionista se sorprendió al observar la impresionante figura de aquel hombre; no pudo evitar ponerse nerviosa y trató de calmarse. —Hola, señor Eduard. Si la paciente está internada en este hospital, se encuentra en la habitación 3, pasillo 1 —le comunicó. —Gracias, señorita —se despidió Eduard con amabilidad. Eduard, se dirigió a la habitación; al llegar, interrumpió el diálogo que Marcela sostenía con su abuela. —Buenas tardes, señora Bianca. Espero que estés bien —le comentó Eduard, mostrándose solidario. —Buenas tardes, querido mío. Debes ser el prometido de mi nieta; eres bastante atractivo —observó la abuela Bianca, sonriendo. —Agradezco, señora Bianca, por sus elogios. Qué bueno que su nieta le haya mencionado nuestro compromiso; me da la oportunidad de hablar con ella un momento —solicitó Eduard, mientras dirigía la mirada hacia Marcela. —Sí, querido, todo está bien. Supongo que tienes mucho que organizar para los preparativos de la boda —respondió la abuela Bianca con una leve sonrisa. Marcela se puso de pie y salió de la habitación junto a Eduardo; se sentaron en la sala de espera. —No le dije la verdad a mi abuela sobre el contrato porque su salud es frágil, solo le mencioné que nos vamos a casar. —¿Cuándo se celebrará la boda? —inquirió Marcela, inquieta. —Comprendo lo que tuviste que realizar por su bienestar. Si te parece adecuado, la ceremonia se puede llevar a cabo en dos meses; será una celebración modesta y por lo civil. —Sugirió Eduardo—, mi prima Sandra te podrá asistir con la planificación de la boda. —Quiero establecer una condición: deseo llevar a mi abuela conmigo a donde viviré para poder cuidarla —solicitó Marcela con la voz temblorosa. —Mi hogar es amplio, bastante cómodo; podrás residir aquí. Antes de casarnos, voy a informar sobre nuestro compromiso en una cena que organizaré, a la que invitaré a algunas personas—aclaró. Para ese día deseo que te veas muy hermosa—añadió, y le pasó una tarjeta de crédito. —Si estoy de acuerdo, deseo que tu familia me reciba como integrante de la tuya—dijo nerviosa Marcela. —No te angusties, todo está solucionado. Me tengo que ir; te dejo una de mis tarjetas bancarias para que la utilices. Adquirí un hermoso vestido para el compromiso y ropa para tu abuela—comentó Eduard antes de marcharse. —Gracias, así lo haré—se despidió Marcela y regresó a la habitación. Al entrar Marcela, aguardo la tarjeta bancaria que le habló dado Eduard, en su bolso. Saludos: ¿El bebé que espera Margarita, será hijo de Eduard o es una trampa para quitarle el dinero?