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Capítulo 3: La Discusión

La recepcionista Valeria fue a hablar con su jefe Ismael sobre un error cometido por la nueva recepcionista, Marcela.

Al tocar la puerta, Ismael se levantó de su silla y la invitó a pasar.

—¿Qué sucede?—preguntó Ismael.

—Jefe, tengo malas noticias, la nueva secretaria Marcela ha cometido un error—informó Valeria, visiblemente molesta.

—¿Qué fue lo que hizo?—preguntó Ismael, sorprendido.

—Uno de los clientes más importantes de nuestro hotel se quejó del mal servicio que le brindó Marcela—respondió Valeria.

—¿Qué fue lo que pasó?—dijo Ismael, preocupado.

—No supo atender correctamente al señor Eduard en su reserva. Él se molestó mucho, la llamó ignorante y pidió hablar con usted para que la despidiera—explicó Valeria.

—Basta, he escuchado suficiente. Voy a hablar con el señor Eduard, y luego me reuniré con Marcela para escuchar ambas versiones por separado—afirmó Ismael con firmeza.

—Está bien, jefe—respondió Valeria antes de retirarse de la oficina.

Mientras tanto, Marcela seguía asustada; a pesar de sus esfuerzos por calmarse, las lágrimas no cesaban y sus manos temblaban por el miedo.

***

Eduard salió de la habitación junto a su amiga Anabella y le entregó la llave a la recepcionista Valeria. Antes de salir del hotel, le lanzó una mirada despectiva a Marcela. Al llegar al coche, Eduard abrió la puerta para que Anabella pudiera subir, y después él hizo lo mismo. Luego, se dirigieron hacia la casa para asistir al velorio de su abuela.

Pocos minutos después, llegaron a la casa. Eduard bajó del auto y le abrió la puerta a Anabella para que saliera. Al entrar, se encontró con muchos familiares de su abuela Martina que asistían a su velorio. Eduard se acercó al ataúd de su abuela y, con tristeza, dijo:  

—Te fuiste, mi vieja, descansa en paz.  

Mientras tanto, Anabella tomó asiento, dejando a Eduard junto al ataúd.  

Los familiares se acercaron a Eduard para expresarle sus condolencias, y él los recibió con respeto. 

Más tarde, llegó la carroza fúnebre para recoger el ataúd. Eduard se despidió de su abuela por última vez mientras los responsables de la funeraria sacaban el ataúd y lo colocaban en el vehículo. Los familiares de su abuela se marcharon en sus respectivos coches, mientras Eduard llevó a su familia en el suyo para asistir a su sepultura.

Al llegar al lugar donde iba a enterrar a la abuela de Eduard, la carroza bajó el ataúd y le realizaron un homenaje especial de despedida. Después de la ceremonia, la sepultaron, y Eduard mandó a hacer una hermosa lápida con su nombre. Los familiares se despidieron de Eduard, y Anabella decidió quedarse a su lado en ese difícil momento.

Antes de irse, Eduard le habló:  

—Abuela, no creo que pueda cumplir tu promesa de casarme, ya que no quiero tener hijos —dijo, rechazando su petición.

La carroza fúnebre se retiró, y Eduard subió al coche con Anabella y sus familiares, dirigiéndose de regreso a casa.

Mientras conducía, Eduard no podía dejar de pensar en la secretaría del hotel, especialmente en sus bellos ojos.

Al llegar a casa, Eduard se bajó del auto y abrió la puerta para que Anabella pudiera salir. Luego, sus familiares también descendieron y entraron a la vivienda. Mientras tanto, Eduard recibió una llamada importante en su móvil y contestó.

—¿Aló, quién habla?— preguntó, mostrando señales de cansancio.

—Disculpe la molestia, señor Eduard. Soy Ismael, el dueño del hotel Houston, y quisiera hablar con usted— solicitó.

—No es el mejor momento, ha sido un día complicado para mí— respondió Eduard, disculpándose.

—Quiero aclarar el malentendido causado por mi secretaria, quien no lo atendió adecuadamente en el hotel— comentó Ismael.

—Esa incompetente no hizo su trabajo bien, ya la despidió— respondió Eduard, visiblemente molesto.

—No, señor Eduard, no la he despedido. Quiero hablar con usted para escuchar su versión. Luego, conversaré con la secretaria y tomaré una decisión sobre su despido —expresó Ismael.

—Está bien, iré al hotel. Espero que considere despedir a la señorita; no merece el trabajo por su servicio tan deficiente —replicó molesto, y colgó la llamada Eduard.

Eduard salió de casa acompañado de Anabella, la dejó en su departamento y le agradeció por su apoyo antes de dirigirse al hotel.

Al llegar al hotel, Eduard se bajó del auto y se dirigió a la recepción.

—Busco a su jefe, Ismael—dijo Eduard, mirando con frialdad a la secretaria.

—Pase a la oficina, señor Eduard—le respondió Valeria.

Eduard se encaminó hacia la oficina de Ismael, para hablar con él.

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