Elena sentía cómo la piel le ardía con una mezcla de ansiedad y deseo apenas bajó del auto negro que la dejó frente a aquella casa de piedra, aislada, sin letreros, sin ventanas visibles. Una parte de ella se estremecía al pensar que allí, al otro lado de la puerta, no solo la esperaba Dorian... sino algo más.La invitación había llegado de forma distinta esa vez, un sobre lacrado, sin perfume, sin palabras provocativas. Solo dos, “Privado, Nuestro.”Un escalofrío le recorrió la espalda, llevaba un vestido negro que caía como agua sobre su piel, sin sostén, sin ropa interior. Solo su piel, el deseo y la obediencia.La puerta se abrió sola, como si la casa supiera que ella llegaría. Dentro, el aire era más cálido, acogedor, cubierto por la fragancia amaderada que reconocía como propia de Dorian. Pasó por un pasillo estrecho, alfombrado, y al llegar al final se encontró con él.Estaba de pie, de espaldas a ella, mirando un fuego que crepitaba suavemente en una chimenea. Llevaba pantalon
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