La noche caía sobre el territorio Blackthorn como un manto de terciopelo negro. Brianna observaba la luna creciente desde la ventana de su habitación, sintiendo un extraño tirón en su interior, como si el astro plateado tirara de hilos invisibles atados a su alma. Llevaba días evitando a Damien, y él parecía hacer lo mismo. El silencio entre ambos se había convertido en un abismo que crecía con cada hora.Se abrazó a sí misma, intentando contener el temblor que sacudía su cuerpo. Desde el incidente con Lucan, algo había cambiado en ella. Una sensación de desdoblamiento, como si dos fuerzas opuestas tiraran de su ser en direcciones contrarias.—La luna te llama, ¿verdad? —La voz de Lyanna la sobresaltó.Brianna se giró para encontrarse con la mujer que había aparecido días atrás junto a Lucan. El parecido entre ambos era innegable: los mismos ojos ámbar, la misma postura elegante, pero en Lyanna había algo salvaje, indómito, como si hubiera crecido entre bestias.—¿Qué haces aquí? —pre
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