Los ojos de Sofi se aguaron cuando diviso la casita, el lugar era precioso, una pequeña cabaña en medio del valle. Era blanca, su puerta de color rojo, al igual que el tejado. Al entrar (en los brazos de Ian, como se supone que tienen que entrar la primera noche de casados a su casa) observa el lugar, todo su entorno era de color ocre y marrón, haciendo sentir cálido y acogedor. Ian la lleva directo a una de las dos habitaciones que contienen la casita y la deposita con cuidado en el suelo. Se miran por un largo minuto, perdiéndose uno al otro en sus ojos, mezclando el verde con el azul. —Me has hecho el hombre más feliz el mundo —le murmura, sin dejar de mirarla—. Ti amo, Sofi —susurra. —Yo también te amo —musita ella. —Eres lo mejor que me pudo haber pasado —Lentamente acaricia su mejilla, baja su mano hacia el cuello, logrando que la piel femenina se erice ante su toque, llega a su nunca y con un movimiento certero desabrocha su vestido, haciendo caer hasta la cintura femenin
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