—Oh, por Dios, cuando mi padre me dijo que venias, no le creí y mírate, estás aquí —la abraza con demasiada fuerza.—Natasha —articula cuando la deja libre—. Espero que me hayas guardado la mesa, a pesar de no creerle a tu padre, ¿no?—No le creí, pero tenía la esperanza —asiente conforme le guiña un ojo.—Gracias. Natasha, quiero presentarte a unas personas —Sofi se hace a un lado para dejarle a la vista a los dos hombres que la escoltaban—. Ellos son Ian y Mateo; chicos ella es Natasha, era mi compañera en el instituto.—Un gusto, Natasha —entona Ian.—Hola, Natasha —saluda Mateo.—Oh, por Dios, ¿de dónde salieron estos hombretones? —exclama.—Son míos y no están para tu borrar —suelta divertida Sofi e Ian se sintieron completamente eufórico al escucharla decir que era de ella.—Nunca aprendiste a compartir —lanza la chica provocando que los hombres se carcajeen.—Soy una egoísta —argumenta, elevándose de hombros.—Totalmente de acuerdo —concuerda Natasha—. Hola, pasen. Mi padre est
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