Capítulo 117

Sofi se encontraba frente a una capilla de estilo siciliana, toda adornada con claveles y margaritas. Ella vestía de novia, un vestido blanco de seda, el cual caía por su cuerpo suavemente hasta sus pies, dejando ver un atisbo de sus sandalias blancas con tacón, el vestido estaba atado en el cuello y la espalda descubierta. Una delicada corona hecha por margaritas por encima de su tocado castaño y un ramo de las mismas flores sostenido por sus manos. Los nervios hacían estragos en ella, pero no se dejó amedrentar; Estaba feliz, eufórica, tenía ganas de gritar, reír, llorar. Todavía no podía creer que era ella quien vestía de novia y lo mejor de todo era que parecía que se casaban de contrabando, era mejor que lo que redactaban en los libros.

Una gran mano se posó en su espalda provocando que dé un respingo del susto.

—¿Preparada? —le pregunta Vicente en voz baja. Él era quien iba a hacer el papel de padre que entrega a la novia y parecía estar más nervioso que la novia misma.

—No —balbucea ella.

—Perfecto —le dedica una enorme y nerviosa sonrisa—. Vamos —Entrelaza el brazo de ella al suyo y la obliga a caminar para entrar a la capilla.

Las dobles puertas de algarrobo se abrieron ante ellas dejando a la vista una alfombra roja y una decoración de flores, las cuales consistían en claveles y margaritas. Cintas con moños dorados y decorados también con las mismas flores, unían los asientos de madera opaca. Canastas de esas flores esparcidas estratégicamente por todo el lugar. La música de Nilla Pizzi con L'edera los recibió, esa canción que le cantaba a su madre y la que Ian la escuchó cantar aquella primera vez en su casa, más precisamente en su cocina.

A medida que se acercaba al altar, observaba con prudencia a sus lados, donde estaban las personas sentadas. En un costado estaba la familia Torrielli, el padre de Natasha y sentada a su lado, María, otra compañera del instituto. Mas allá estaba Mateo sentado junto a su abuela y varias personas más, de las que pertenecían a la empresa familiar. Del otro lado, para su sorpresa estaban su amigo de Buenos Aires, Tony, sentado junto a Aye. Con la mirada buscó a la mujer, madre de esa niña ya los que faltaban y los encontraron finalmente en el altar, las mujeres, Lina y Sole, al lado de Natasha, su amiga de infancia, haciendo de damas de honor, con unos lindos vestidos color lila de corte corazón y un lazo color violeta rodeando sus cinturas. Del otro lado, se encontraban Alex, Erik y Gaby con unos trajes blancos, impecables, camisa lila, pañuelo en el bolsillo del saco color lila haciendo juego con la camisa. Su corazón se disparó amenazando con salir de su caja torácica al verlos a todos ahí, cuando días atrás, Ian había dicho que no importaba si solo eran ellos en su boda, él sólo quería casarse con ella y regresar a Buenos Aires ya casados, sin importar lo que digan los demás. Al final, todos habían llegado y ella ni siquiera estaba enterada, con una gran sonrisa buscó a Ian en medio del altar, de toda esa perfección. Vestido tan espléndido con un traje azul cobalto, camisa azul y corbata también azul, resaltando sus ojos que se veían claros e infinitos y brillaban al igual que brilla el océano cuando él sol está en el punto más alto del cielo.

Cuando llegó a Ian, Vicente le tiende la mano de ella a él y luego se coloca en unos de los primeros asientos al lado de su esposa y Regina. Ian le sonríe y la acomoda sutilmente frente al cura. Sofi sin poder evitarlo le echa una mirada a Lina, sorprendida de tenerla ahí, en realidad sorprendida que estuvieran todos en ese momento, pero sabía que Lina estaba lastimada y tenía que hacer reposo y no estaba segura que el doctor le haya dado de alta.

«Seguramente no, pero eso no iba a detener a Lina» piensa, mientras le dedica una sonrisa, cosa que Lina no le devuelve la sonrisa, sino más bien se lleva el dedo índice y mayor apuntando sus ojos y luego a ella, en señal de "te estoy vigilando" Sofi sabía muy bien que le iba a haber recriminar el no dicho nada, pero fue más que obvio que Ian decidió hacer venir a todos aquí, de la forma que sea. Lina y de seguro Sole iban a sacrificarla… Y ni hablemos de Tony, aunque ya no importa, al menos están todos juntos de nuevo y en unos de sus mejores y más felices días de su vida.

Luego de haber aceptado el uno al otro ante los ojos de Dios, Ian empujó de la mano de Sofi llevándola hacia atrás de la capilla. Todos los invitados los siguieron sigilosamente. Al salir al jardín de la capilla, se encontró con todo armado para una fiesta. Enormes carpas blancas abiertas, adornadas con más flores, mesas llenas de una gran variación de comida y bebidas, una mesa principal donde había una torta de bodas, la cual contaba con tres pisos y tenía la forma del hogar de acogida que ella había reconstruido para los niños de la calle. Al ver ese pastel, Sofi quedó helada en el lugar con los ojos llenos de lágrimas.

—Era imposible traer a todos tus niños aquí —le susurra Ian al oído al darse cuenta donde quedó anclada la mirada de la joven. Sofi se da vuelta para mirarlo y las lágrimas comienzan a caer, él las limpia con delicadeza con sus pulgares tomándola del rostro—. Ya sabes que ellos no cuentan con pasaportes y todo eso, ni con un avión privado de Alex podía sacarlos del país —se hinca de hombros—. Quería que estuvieran presente para ti —seca más lágrimas de ella—, sé que son importantes y esta es la mejor forma que encontré para que estén lo más cerca de ti —roza sus labios con los de ella—. La torta fue una genialidad de Tony. Ahora mira allí.

Sofi mira hacia arriba, en donde Ian le señalaba. Una enorme pantalla colgaba desde unos tirantes, en ese momento la pantalla se enciende y puede verse un montón de niños gritando y sonriendo.

—¡Sofi! —podía escuchar. La joven no podía más con las lágrimas. Todos sus niños estaban allí, en su boda—. ¡Sofi, felicidades! —habla el hombre que siempre la llevaba a todos lados.

—Gracias —mira a Ian—. No puedo creerlo.

—Si soy un amor cuando quiero —bromea para disimular el nudo que se le había formado en la garganta.

—¡Te amamos, Sofi! —se escucha que gritan los niños.

—Yo también.

Ella queda un rato hablando con ellos o, tratando de hablar porque era un descontrol, tratar de entenderlos a todos cuando no hablaban de a uno. En cuanto la llamada acaba, Sofi mira a Ian y él le sonríe, ella se abalanza sobre él, rodeándole el cuello con sus manos y lo besa apretándose fuerte contra el cuerpo masculino.

—Podrían dejar eso para su noche de bodas, ¿no? —interrumpe ávidamente Lina por detrás de ellos.

—Lina —hipa Sofi al verla—, me alegra muchísimo que estén aquí —se suelta de Ian y se abraza la chica.

—Pensabas que nos íbamos a perder esto? —pregunta Lina divertida, Sofi niega con la cabeza cuando se separa de ella, aunque todavía estaban unidas por sus manos—. Ni loca me perdía ver como Ian se tragaba todas sus palabras —le dedica una mirada locuaz al rubio, en la que él revolea los ojos y niega con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Ni en mi boda va a dejar de torturarme tú mujer —le grita a Alex que se encontró llegando a ellos a un par de distancia.

—Es su don —articula Alex pasando un brazo por los hombros de su mujer—. Bienvenida a la familia. Felicidades —dice dirigiéndose a Sofi.

—Gracias —musita ella tragando el nudo de felicidad que se formó en la garganta.

— ¿Qué se siente haber entregado la tarjeta de hombre? —ahora es la voz de Gaby quien se deja escuchar acercándose a ellos.

—Gaby —advierte Alex.

—Pregunta. ¿De qué lado de la cama duermes? —pregunta al esposo, ignorando la advertencia de Alex.

—Del medio —responde Ian de manera inconsciente

—Prepárate para dormir solo del lado derecho, de solo tener un cuarto de tú cartel, uno de tus tres cajones, y encontrarte en el baño con cera depilatoria, afeitadoras rosas, esas cosas que usas cuando tiene su período, pelos en el desagüe de la ducha y…

—Gabriel —chilla Sofi muerta de vergüenza, era demasiado intimidada femenina que estaba contando abiertamente y aunque hablaba en general, no dejaba de sentir que hablaba de ella en particular. El audido suelta una carcajada al verla tan roja hasta en las orejas, los demás sonreían y se aguantaban las ganas de reír de manera abierta también y más al ver la cara de susto de Ian.

—Eso no es verdad, Gaby —interviene Lina—, usas la cera o la afeitadora y yo duermo del lado izquierdo de la cama. Esta más cerca de la ventana —dice lo último como si le contara un secreto haciendo reír más a Gaby y poner fuera de juego a Sofi e Ian.

—Déjenlos en paz —interrumpe Erik defendiendo a los recién casados—, es lo más hermoso del mundo estar casado —expresa mirando a Ian.

—A veces me pregunto cómo hace Sole para no empalagarse contigo —suelta Gaby haciendo girar sus ojos.

—No seas así, Gaby. Mi esposo tiene razón, es hermoso compartir tu vida con alguien —salta Sole en defensa de su marido.

—¿Te abdució el cerebro? —bromea Gaby mirándola entornando los ojos.

—No seas idiota —ríe ella.

—Vas a tener días duros —entona Erik mirando a Ian—, pero todo forma parte de lo mismo —le sonríe con los ojos a su mujer—. El amor.

—Ya, ya, Romeo, lo capto —expresa Gaby—. Si me disculpan tengo que ver a un médico, creo que me acaba de agarrar diabetes —dicho eso, se gira sobre sus talones y camina hacia donde se encuentran las carpas dejando a los demás riendo por sus ocurrencias.

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