Capítulo 111

—Ya me aguanté más de cuatro horas, ¿podrías sacarme de esta intriga? —acorrala Sofi.

—Estuviste pensando en eso todo el tiempo —le acusa él.

—Pero me mantuve a raya —se defiende ella. Ian suspira moviendo la cabeza de un lado a otro—. ¿Para qué otra cosa sirve este lugar? —pregunta mostrando una calma que no poseía.

—Mateo —le llama la atención al chico que estaba observando detenidamente el río, más cerca de la orilla. Éste se gira y lo mira—. ¿Puedo pedirte algo?

—Sí, claro —le responde el niño acercándose a ellos.

—Como Sofi no tiene un padre, debo pedírtelo a ti, ya que eres su hijo —Sofi abre la boca sin emitir sonido alguno y Mateo lo mira extrañado, sin comprender de qué habla.

—¿Qué quieres pedirme? —indaga el niño.

—La mano de tu madre —suelta un poco nervioso y de reojo le echa una mirada a Sofi, quien se le había ido el color de la cara y estaba tiesa como si hubiera mirado los ojos de Medusa.

—¿La mano? —murmura Mateo frunciendo el ceño e Ian asiente con la cabeza—… quieres… ¿Quieres casarte con ella? —deja caer todas las palabras atropelladamente.

—Eso es lo que quiero —la mira a Sofi—… bueno, si ella quiere —Vuelve su mirada a Mateo—, pero primero debía saber si tengo tu permiso para proponérselo.

Mateo no sale de su asombro y Sofi casi no respira. Era la propuesta de matrimonio más rara que había escuchado después de las locuras de Lina y Alex. Además, de ser inesperado, nunca pensé que Ian quisiera casarse algún día y mucho menos con ella. No parecía algo real la puesta en escena, es decir, el lugar, el río, el sol, el desayuno al aire libre, ellos juntos a su hijo estando todos en paz, felices y contentos, como si no existiera nada más que ellos y ese lugar, como si fuera su paraíso y solo les pertenecía a ellos y nadie se podía interponer en esa escena.

— ¿Estás seguro? —suelta Mateo, provocando una carcajada por parte de Ian.

—Mateo —jadea Sofi.

—Quiero decir —sacude la cabeza para acomodar las ideas, aunque no le resulta muy bien—… no sé qué quiero decir —suspira—, me agarraste desprevenido y no tengo la menor idea de cómo es esto. Creía que la propuesta se la hacían a la mujer directamente…

—Lo correcto sería, primero pedir permiso. Es lo que estoy haciendo contigo. Pedirte permiso para proponerle a tu madre que se caso conmigo —interrumpe las cavilaciones de Mateo.

—Claro que tienes mi permiso. Ni hacía falta pedirlo —entona divertido y un poco más tranquilo.

Ian se ríe y Sofi sigue sin poder creer lo que pasa frente a sus ojos. El rubio se levanta, le toma la mano a Sofi, obligándola a levantarse. La pobre chica tenía una cara de tonta elevada al cuadrado. Esto no parecía real para ella. Ian saca de su bolsillo una cajita de terciopelo roja, la respiración de Sofi y Mateo deja de existir. Ambos abrieron los ojos de tal forma que casi emulaban una caricatura. Él abre la cajita, al tiempo que se ponía de rodillas.

—No —dice Sofi e Ian la mirada desconcertado—. No te pongas de rodillas, por favor. No lo hagas así —era casi una súplica.

—Así es como debe hacerse, reconozco que no soy bueno en esto, por lo tanto, te pido que me dejes seguir con lo que practiqué casi toda la noche —le confiesa, sonriendo un poco avergonzado, ella asiente e Ian continúa. Termina de abrir la cajita, dejando mostrar su contenido. Un precioso anillo de oro, con un pequeño rubí en forma de corazón, brillaba ante la luz del sol y resplandecía contra el lugar mostrando destellos brillantes sobre el árbol que se encontraba a su lado. Ian saca el anillo de la cajita y toma su mano—. Sofi, ¿quieres casarte conmigo? —pregunta con voz temblorosa.

—¿De verdad?

Ian sonríe.

—Esa pregunta ya me la habías hecho —azuza divertido.

—Es que nunca pensé que querías esto —confiesa ella.

—Ni yo —Ian suspira y la mira directa a los ojos—. Pero tú me hiciste cambiar de parecer —gira su cabeza y mira significativamente a Mateo, quien estaba con la boca abierta.

—Ah —murmura—… ​​en esta parte es la que ya no tengo que estar —entiende Mateo e Ian asiente—. Voy a —señala hacia su espalda—… estar por allá —termina balbuceando.

—Gracias —agradece Ian y posa su mirada de nuevo en la joven—. Sofi, una vez me pediste, bueno en realidad me adjudique solo, para enseñarte el arte del sexo. Pero sin que ni siquiera lo supiese, tú me estabas enseñando a mí… —ella comenzó a mover la cabeza en forma negativa.

—Eso es absurdo, yo…

—Déjame terminar, por favor. Tú me enseñaste lo que es el arte del amor. Todavía me estás enseñando y sé que falta mucho más que aprender y que nadie más que tú puede llegar a enseñarme en su totalidad lo que es el amor —Besa la mano que tiene agarrada con la suya—. ¿Quieres casarte conmigo y hacer que me gradué en esta difícil materia? —vuelve a preguntar sonriéndole. Sofi se arrodilla frente a él, Ian la mira con asombro, ya que eso no estaba en su práctica de anoche, ella lo besa con fuerza.

—Sí, quiero —murmura sobre la boca de él y el rubio sonríe pletórico.

—Debo aclararte que tienes mucho trabajo. No soy muy buen alumno —le hace saber mostrando una sonrisa, una sonrisa que llegaba a sus ojos.

—Yo tampoco, así que pienso que deberíamos trabajar a la par —sugiere ella con lágrimas en los ojos, las cuales trata de no dejar aflorar.

Ian mira el anillo y su dedo, pero antes de colocárselo, se lo tiende en la mano.

—Mira dentro —susurra.

Ella hace lo que le pide y sus lágrimas comenzaron a caer, en cuanto leyó lo que había grabado en él.

—Enséñame como amar —murmura con un nudo en la garganta y las lágrimas empapando su vista.

—No llores —le pide Ian limpiando sus lágrimas con sus pulgares.

—Es tan hermoso —hipa Sofi.

—Quiero volver a Buenos Aires casado contigo —le murmura. Ella clava sus pupilas en las de él—. Vamos a volver a Buenos Aires, ¿verdad? —Pregunta por la mirada desconcertante de Sofi.

—Sí, vamos a volver —recita ella.

—Y ¿por qué me miras así?

—Porque no pensé que quería hacerlo tan rápido, es decir, no preparamos nada, no tengo un vestido, no encargamos una capilla, no…

Ian termina con su parloteo estrechando su boca contra la de ella.

—Ya lo preparé todo. Bueno, en realidad eso de los amigos, no. Nadie sabe nada, una linda sorpresa se van a llevar.

—¿Te encargaste de todo?

-Si; Tenía la esperanza que ibas a aceptar y que te casarías conmigo como uno de tus libros, de esos que se casan escapándose oa escondidas. La mayoría lo hacen en Las Vegas, pero creo que Italia tiene más romanticismo, tal cual te gusta a ti y, además…

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App