¿Qué mierda hacías aquí? ¿Qué quieres de mí? Pensé que ya te había olvidado, que ya te había superado, y ahora acabo de darme cuenta que no fue así, que me estaba mintiendo a mí misma. Dios, cada vez que se acerca yo pierdo la cordura, me pierdo en esos ojos azules como el cielo en el atardecer, en su perfume, oh Dios, su perfume; Amo su olor, ese aroma a tierra mojada después de la lluvia, y ese enorme cuerpo que promete apoyo incondicional, esos largos brazos que juran calor y contención. Cuando se acerca, dejo de ser racional; mi pulso me engaña, mi corazón me delata y mi cuerpo, mi maldito cuerpo me traiciona.—¿Estás bien? —escucho decirle a Lucas.—Sí —respondo, y sigo buscando, lo que sea que estemos buscando en los archivos de su padre.—Desde que subimos, estuviste muy callada —observa, decidida a sacarme lo que sea que me esté pasando.—No tengo ganas de hablar —aclaro directamente. Y es verdad, no quiero, ni tengo ganas de hablar, y menos de lo que pasó abajo; No quiero hab
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