Capítulo 50-Alex

Hace unas cuantas horas que Lina llegó; Estoy en el hotel donde se hospeda y, gracias a mi dinero y contactos, ya tengo un topo. Sus amigos bajaron y se fueron hace una hora, y Sole se fue con Erik, a pedido mío; él le comentó lo que quería hacer y ella ayudó a ayudarme, le dijo que quería presentarle su sobrina postiza a la madre de Erik, así la convenció y se terminó quedando sola en la habitación. Ahora toca mi parte; le mandé a su habitación la comida que había pedido el primer día en Alemania, aquella comida que pagué y la hizo enfurecer. Espero tener el mismo resultado esta vez también.

La comida fue enviada; no sé si se enfadó o no, se limitó a devolverla sin tocarla. Mujer testadura. Ya pasaron cuarenta y cinco minutos más y no da señales de vida, Sole me advirtió que seguramente no saldría; Algo está pasando con ella y nadie me dice nada, y eso me está quemando la cabeza. Tengo que hacer algo, tengo que hacer que salga. Busco mi celular y me dispongo a redactar un mensaje para enviarle a Erik.

Yo—:  Necesito que Sole la haga salir.

Él—:  ¿Y cómo?

Yo—:  No sé, habla con Sole; que le diga que tiene que ir para allá con ustedes, que le enviaron un auto. Inventa una buena excusa.

Él—:  Ok, ya la estás llamando.

Yo—:  Gracias.

Bueno, ahora solo hay que esperar; ojalá salga antes de que regresen sus amigos. M****a; Me voy a volver loco si no sale pronto. Mi celular suena anunciando un nuevo mensaje.

Erik—:  Hecho.

Yo—:  Te debo una.

Él—:  Y me la voy a cobrar ;) No la cagues.

No contesté a eso; no la voy a cagar... espero. Suspiro; ojalá pueda conmigo.

Está saliendo, hora de moverme. Me pongo de espaldas, viéndola a través de la vidriera; Lina está tan absorta en su celular que no se percató de nada de su alrededor, ni de la espalda que está a punto de colapsar contra ella.

—Lo siento —digo, agachándome a ayudarla a levantar sus cosas, que cayó cuando "accidentalmente" la choqué—. Sorry... Lo siento —repito aquellas palabras que ella había dicho en el aeropuerto de Alemania el día en que nos conocimos, ese día en el que me obsesioné con la mujer de unos espléndidos ojos grises, y de una energía bastante peculiar; Desde aquel día que la vi a los ojos, sabía que ella era especial, sabía que era la indicada ya a pesar de que después la cagué, que fui un estúpido e inseguro, sé que es a ella a la que quiero a mi lado.

Lina levanta la vista, me mira directo a los ojos; no hizo ninguna parada antes, no recorrió mi cuerpo, ni me escrutó antes de llegar a mis ojos, solo me mira fijamente, como si se asegurase de que sus propios ojos no la engañasen.

—No es verdad —espeta.

—¿Qué no es verdad? —pregunto inocentemente.

—No lo sientes, chocaste contra mí adrede, al igual que mandaste la comida a mi cuarto —demanda impasible; su rostro se está tornando algo rojo, pero sus ojos se muestran fríos.

—La cual devolviste —acuso.

—No tenía hambre. Mira, estoy apurada; Tengo que irme —me indica, rodeándome.

—A ¿dónde vas? Te llevo —digo, girando hacia ella.

—Mandaron un auto —expresa, mirándome sobre su hombro.

Entonces el agarro de la muñeca y el giro con delicadeza, dejando solo unos centímetros de distancia entre nuestros rostros.

—No va a venir ningún auto, Lina —le informo en voz baja.

—Hay taxis, Alex —imita mi voz, y juro que el oír mi nombre salir de su boca, hizo que mi corazón latiera fuerte, golpeando contra mis costillas amenazando salir.

—No te vayas... Por favor —le ruego, acercándome hasta que nuestras narices rozaron.

—¿Qué quieres, Alex? Creí que ya estaba todo dicho entre nosotros —modula, cerrando los ojos.

Puedo notar como su respiración se acelera y el pulso de su cuello comienza a ir más aprisa.

—No está todo dicho; Yo no dije todo lo que quería decirte. Además, nunca te respondí —susurro muy cerca de su boca; tan cerca, que puedo sentir su aliento a fresa y el calor que emana al respirar.

— ¿Qué fue lo que no me respondió? —pregunta casi con un hilo de voz. Sé que siente lo mismo que yo, sé que quiere esto al igual que yo, y se lo voy a dar; le voy a dar lo que quiera. Todo lo que quiera, es de ella.

—Me preguntaste por qué no iba contigo —le recuerdo; ese día lo maldije desde entonces.

—Alex... Hola... —balbucea.

—Lina —se escucha la voz de un hombre llamándola.

Los dos cerramos los ojos al unísono, regulando nuestras respiraciones, y puedo jurar que, al igual que yo, está maldición por dentro.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP