Capítulo 54-Lina

Mi celular comenzó a sonar del otro lado de la habitación, se encontraba arriba de la mesita de café y yo en la otra punta; Seguramente sea Sole, para avisarme que ya regresan.

—¡Li, tu celular!—grita Gaby.

—Ya escuché; Fíjate, seguro es Sole.

—Wow... Dios, Lina, deberías pensar en eso del trío —se guasa, riendo, mientras veía mi celular.

—¿De qué hablas? ¿Qué dice el mensaje? —le pregunto frunciendo el ceño, ya no me hace tanta gracia su chiste.

—De hecho, es una foto; estas desnudas. Oh, Li, cómo excita tu tatuaje en la espalda baja —comenta sin siquiera mirarme; Sigue con los ojos fijos en la pantalla del celular.

—Dame eso —exijo, tirándome encima de él.

No me lo quiere dar, e imagino quién fue el estúpido falto de neuronas que mandó esa foto; le voy a cortar la carótida con los dientes en cuanto lo tenga enfrente.

—Hay algo escrito abajo de la foto, aguanta —corre sin dejar de ver el celular, tratando de leer lo que dice ese mensaje.

—¡Dame ese teléfono, idiota, o te voy a dejar las pelotas de moño! —le grito, poniéndome cada vez más roja por el enfado.

—Ay, Lina; es un ave fénix lo de tu espalda, qué sexy —bromea, sin dejar de correr.

—Gaby, dale el celular, antes de que te alcance —le advierte Lucas.

—Esta foto tiene que ir a F******k, te invadirían los me gusta —sigue diciendo idioteces, lo está pasando bomba, a mi costa. Lo voy a matar.

—Voy a romperte el cuello —lo alcanzo saltando encima, caemos al piso y le propino un puñetazo en el hombro.

—Auch... Dios, mujer, ¿quién te enseñó a pegar así? —se queja.

—Fui yo —acota Lucas con orgullo.

—Dame, idiota —le ordeno, sacándole el celular y dándole otro puñetazo en el otro hombro.

Me levanté rápidamente y corro hacia el baño, encerrándome en este para ver el mensaje; o mejor dicho, mira la foto.

Estaba recostada, durmiendo sobre mi estómago en la reposera que había en su balcón; estoy solo con la parte de abajo del bikini, apoyando mi mejilla sobre mis manos; me había quedado dormida.

Recuerdo ese día como si hubiera pasado ayer.

~•~

Habíamos vuelto de desayunar en ese restaurante que tanto me gustaba, con su terraza que nos regalaba una vista espectacular por las mañanas; era hermoso ver el cielo desde ahí. Los colores de este iban cambiando según pasaban las horas, y se podía apreciar como si uno estuviera dentro. Mirando más allá de la ciudad, podías ver el contraste que hacía con la nieve; era como si uno también fuese parte del cielo.

Al terminar de desayunar nos fuimos a su habitación en el hotel, él me había dicho que desde su terraza también se podía disfrutar la vista maravillosa que nos regalaba el cielo de Alemania. Entonces, así hicimos; Fuimos a su habitación y nos dirigimos a la terraza.

Me encontraba absorta, deslumbrada mirando al cielo con las manos en la tarima, cuando él se acercó por detrás, me rodeó con sus brazos la cintura y apoyó su barbilla en mi hombro derecho.

—Quiero hacerte el amor bajo este cielo —murmuró con voz ronca y sensual en mi oído.

—Yo también quiero —hablé con voz trémula por la excitación y el miedo que muchas veces me hacía sentir sus palabras y su cercanía.

Sentí como sonar contra mi piel y luego besó mi hombro, me regaló besos cortos y húmedos hasta llegar a mi barbilla, yo hice mi cabeza hacia atrás para darle acceso a mi boca, la cual él tomó sin pensarlo dos veces. Posó una de sus manos en mis mejillas para llegar más a fondo a mi boca y recorrer con su lengua húmeda y caliente cada rincón de ella.

Quise darme vuelta para quedar de frente a él, pero no me lo permitió.

—No —dijo contra mi boca—, quédate así —succionó mi labio y con la mano que tenía rodeándome la cintura comenzó a llevarla lentamente a mi estómago, después comenzó a descender.

Llegó a mi muslo y lo presionado, llevándome al mismo tiempo más contra su cuerpo, en donde pude sentir la dureza de su erección. Un gemido que no pude contener se escapó de mi boca, pero él lo atrapó con la suya e hizo que sus caderas se peguen a mí con fiereza.

La mano que tenía en mi muslo fue hasta el dobladillo de mi vestido y, con un movimiento lento y seguro, lo fue subiendo. Una vez que llegó a su destino y apoyó sus dedos en él, los dos gemimos; yo, al notar sus dedos en mi sexo, por encima de mi tanga, y él por sentirme tan húmedo y caliente. Con su dedo medio se abrió paso e irrumpió descaradamente por dentro de mi tanga, y no paró hasta llegar a su objetivo. Separó los pliegues de mis labios vaginales, para luego jugar con mi botón extremadamente excitado y doloroso.

—Estás muy mojada.

Sentí como palpitaba aún más su pene, y sin dejar de jugar con mí clítoris comenzó a besar mi cuello; Tiré la cabeza hacia atrás y cerré los ojos con fuerza, y sin pretenderlo mis caderas tomaron vida, comenzando a moverse al compás de su dedo medio, que ya se encontraba dentro de mí. Desde mi cuello fue bajando con sus besos hasta mi espalda; la mano con la que me tenía agarrada de la mejilla, la usé para levantarme más el vestido, y una vez hecho eso me presionó una nalga, haciéndome jadear su nombre.

Se desabrochó el pantalón y se los bajó, con un poco de dificultad por hacer todo con una sola mano, ya que la otra seguía su intromisión en mi interior.

Frotó sin vergüenza su erección en medio de mis nalgas, sacó su dedo de mí «haciendo que gruñera por la falta de él», pero rápidamente lo reemplazó con su pene, y esa vez mi gemido fue de placer.

Alex me tomó en esa terraza, bajo ese cielo lleno de colores invernales, haciendo que ambos fuésemos parte de ese contraste y nos perdiésemos en esa lujuria y desenfreno que sentimos cada vez que nos tocábamos.

Una vez más, los dos llegamos al orgasmo juntos, ambos gemimos; en realidad yo gemí y él gruño, hizo ese sonido gutural que sale desde el fondo de su garganta, que hace que mi orgasmo se intensifique, temblando los dos al mismo tiempo, con nuestros cuerpos aún fundidos el uno con el otro, cual si fuéramos uno.

—Haces que perder los malditos estribos —manifestó con la respiración agitada, y ahogada por tener su rostro escondido en mi cuello.

—Creo que yo también los pierdo —fue la respuesta más sincera que pude expresar en ese momento.

Él me giró, después de acomodar mi ropa interior y el vestido, y acomodarse su propia ropa, me besó con pasión, encarcelando mi rostro con sus manos; cuando ambos necesitamos respirar se separó, pero solo unos centímetros, y nos perdimos en la mirada del otro.

—Podríamos pasarnos todo el día aquí —propuso, sonriéndome como si fuera un niño tramando una travesura.

—Podríamos.

Volvió a besarme, me indicó que me sentara en la reposera y se perdió entrando a la habitación, para minutos después de salir con una bandeja con queso, una botella de vino y dos copas.

Y así fue como terminé dormida en la reposera, luego de tener sexo debajo de ese cielo maravilloso, de comer y tomar vino; Me dormí mientras él me masajeaba la espalda, y porque estaba casi desnuda también.

~•~

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