El silencio de la noche en Liria solía ser apacible, lleno de los susurros del bosque y del distante canto de los lobos. Pero ahora, ese mismo silencio tenía filo. Se sentía como un cuchillo arrastrándose por las paredes del castillo, buscando la carne blanda de la traición.Serena no dormía.Desde que los fragmentos comenzaron a resonar entre sí, su cuerpo se comportaba como si una llama silenciosa le recorriera las venas. Había momentos en que la temperatura de su piel se elevaba sin razón, en que sus ojos brillaban bajo la luna sin control, y en los espejos veía fugaces reflejos de sí misma… pero distintos. Versiones de ella con la mirada oscura, o con colmillos afilados.No se lo había contado a nadie. Aún no.Kael dormía cerca, en la sala anexa, alerta ante cualquier amenaza. Su lealtad era una constante reconfortante, pero incluso él comenzaba a notarla… diferente.Elandra llamó a su puerta al amanecer.—Encontramos algo, mi Reina.La llevó a una cripta sellada bajo la torre nor
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