Las noches dejaron de tener forma.
En lugar de la luna, un resplandor rojizo e inestable flotaba sobre el mundo, como si el cielo hubiera sido herido y sangrara luz. Las fronteras entre los reinos se desdibujaban, y el tiempo parecía estancarse en un constante temblor de espera. La profecía hablaba de un equilibrio… pero eso que despertaba no era parte del equilibrio. Era lo que quedó fuera del pacto original.
Lo que había sido sellado.
En un bosque prohibido al Este, conocido como Silvara Muerta, un joven centinela de la manada del Alba fue el primero en ver la figura. Caminaba descalza, desnuda de rostro, pero su silueta no era del todo sólida. Las sombras que la rodeaban se replegaban en su paso, como si temieran su presencia.
Tenía ojos vacíos y la piel marcada por símbolos que se movían bajo su carne. En sus pasos, el suelo moría.
Cuando habló, lo hizo sin abrir la boca.
—El Tercer Nacimiento ha comenzado. El linaje está reunido. El portador se acerca. Y con él… yo.
Elandra lo id