La puerta se cerró tras Marina con un golpe seco, y por un momento quedamos solo nosotras dos en el despacho de la villa, con la pesada luz amarilla filtrándose a través de las cortinas pesadas. El aire parecía cargado, denso, como si el silencio fuera un peligro más grande que las palabras que estaban por salir.La miré, tratando de leer su rostro, pero ella evitó mi mirada, sus manos temblaban ligeramente. Por primera vez, la vi vulnerable, frágil, no esa mujer de hielo que había enfrentado al clan sin pestañear.—Ariadne… —empezó, con la voz quebrada—. Tengo que decirte la verdad. No he sido una enemiga todo este tiempo. Me chantajearon. La Fraternidad… tenían a mi hermana menor. Me obligaron a traicionar a Viktor, a ti, a todos. Nunca pensé que esto llegaría tan lejos. —Sus ojos se llenaron de lágrimas que trató de contener en vano.El golpe en el pecho fue inmediato. La traición tenía un rostro humano, roto por el miedo y el amor. Sentí que la villa misma se encogía, la amenaza a
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