GaelLa sostengo entre mis brazos como si fuera lo único real en este mundo. Quizás lo es. Su cuerpo, liviano y frágil, parece desvanecerse con cada respiración entrecortada. La sangre mancha su ropa, mi ropa, nuestras manos entrelazadas. No sé cuánta es suya y cuánta es mía. Ya no importa. Somos uno solo en este caos que por fin termina.—Aurora —susurro contra su cabello, ese cabello que huele a fuego y a vida—. No te atrevas a dejarme ahora.A nuestro alrededor, las sirenas aúllan en la distancia. Los hombres de Vidal están siendo esposados. Algunos cuerpos yacen cubiertos con mantas. Hemos ganado, pero el precio ha sido demasiado alto. Y ahora, mientras la sostengo, temo que el precio incluya lo único que jamás estuve dispuesto a sacrificar.—Quédate conmigo —le ruego, y no reconozco mi propia voz. Yo, Gael Montero, el que nunca suplicó por nada, ahora lo haría de rodillas si eso la mantuviera respirando—. Los médicos vienen en camino. Solo aguanta un poco más.Sus párpados tiembl
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