El día siguiente comenzó con una niebla espesa cubriendo la ciudad, como si el destino de Sebastián y Emma estuviera envuelto en la misma incertidumbre. Mientras el sol apenas lograba filtrarse entre las nubes, los dos se encontraban sentados en la sala de juntas de la empresa, rodeados de papeles, pruebas, y un ambiente tenso que reflejaba la magnitud de lo que estaban a punto de enfrentar. Los relojes marcaban la hora de la verdad, y aunque ninguno de los dos lo admitía, ambos sabían que todo cambiaría de ese momento en adelante.Sebastián se encontraba en la cabecera de la mesa, su mirada fija en los documentos que había extendido sobre la superficie de cristal. A pesar de la tensión, su actitud era más calmada que nunca. Había algo en la calma de Emma, en la forma en que se mantenía al margen, observando los papeles con esa serenidad inquietante, que lo hacía sentir que, de alguna manera, todo sería diferente. Tal vez porque, por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba s
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