Sebastián no pudo dormir esa noche. El silencio de su lujosa habitación era abrumador, solo roto por el suave tic-tac del reloj en la mesa de noche. La ciudad, desde su ventana, parecía dormir tranquila, pero él sabía que la calma era engañosa. Su mente, que nunca solía descansar, estaba en constante movimiento, urdiendo estrategias, pensando en cada posible jugada, en cada posible traición. La figura de Javier, el amigo convertido en enemigo, no lo dejaba en paz. A lo largo de los años, Javier había sido más que un socio; había sido su compañero en tantas batallas, que la traición lo había herido de una forma que no podía comprender completamente.Emma había aceptado el reto. Sabía que su lealtad no era algo que pudiera ganarse de manera sencilla, pero en su interior, Sebastián confiaba en ella de una manera que nunca había confiado en nadie más. Su inteligencia era indiscutible, su carácter sólido, y aunque ambos jugaban en mundos diferentes, había algo que los unía. Algo que iba má
Leer más