El sonido de la lluvia golpeando las ventanas del apartamento de Emma creaba una melodía constante e inquietante. Había preparado café, pero apenas lo había tocado. Sus ojos estaban fijos en la pantalla de su laptop, donde los números y las transacciones seguían contando una historia que no terminaba de descifrar del todo.
Un golpe en la puerta la hizo levantar la vista. Caminó con rapidez y, al abrir, se encontró con Sebastián empapado, con el cabello pegado a la frente y la respiración agitada.
-Dime que encontraste algo -dijo sin preámbulos, cruzando el umbral sin esperar invitación.
Emma cerró la puerta tras él y le entregó un documento impreso.
-Mira esto -dijo, señalando un nombre en la lista de transacciones-. Stern & Weiss Consultants. No es una empresa de consultoría real. Es solo un nombre de fachada.
Sebastián se quitó la chaqueta mojada y se acercó a la mesa, tomando el documento.
-¿Y a quién pertenece?
Emma se cruzó de brazos.
-A un tal Raúl Montenegro.
El nombre provocó