El sonido de la lluvia golpeando los ventanales de la oficina era lo único que rompía el silencio denso que había caído entre Sebastián y Emma. Ambos se encontraban de pie frente a la mesa, inmersos en una conversación que había dejado de ser simplemente un intercambio de información. Algo había cambiado en la atmósfera, un giro imperceptible que marcaba el antes y el después en su relación. Ya no eran solo dos personas atrapadas en un juego de poder, ahora compartían un peso mucho mayor: la verdad que les había sido revelada y las consecuencias de enfrentarla juntos.
Sebastián había dado el primer paso al admitir, por fin, que no podía hacer esto solo. No se trataba solo de sus propios demonios, de las sombras que había arrastrado durante años. Ahora, se enfrentaba a un enemigo mucho más grande, uno que no podía ser derrotado con dinero ni con estrategias empresariales. La traición que se cernía sobre él, sobre su familia, sobre todo lo que representaba, iba mucho más allá de lo que