La lluvia seguía golpeando suavemente las ventanas, creando un murmullo constante que parecía envolverlos en su propio mundo. Mathias y Cynthia estaban en la sala, sentados muy cerca, las manos apenas rozándose sobre el brazo del sillón.Mathias levantó la mirada hacia ella, sus ojos oscuros profundos y llenos de una mezcla de deseo y ternura.—Cynthia... —susurró, con su voz un poco más grave—, me lo he callado todo, ¿pero sabes cuánto te he deseado desde la primera vez que te vi? No solo por lo que eres, sino por quién eres. Por cómo me haces sentir... despiertas en mí cosas que creí muertas.Ella sintió un calor intenso crecer dentro de su pecho, como si sus palabras encendieran una llama suave, pero insistente.—Yo... también te deseo, Mathias —respondió, con voz ronca—. Pero es más que eso. Contigo me siento segura, como si por fin pudiera bajar la guardia.Mathias acercó su mano y recorrió lentamente la curva de su mejilla, como si quisiera memorizar cada detalle.—Quiero que te
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