87. Aquello que nunca fue del todo
La noche cayó sin previo aviso.Raven no recordaba haber cerrado los ojos. Solo sintió que, en un momento, el murmullo de los árboles se volvió más bajo, más lejano, hasta que todo se transformó en un susurro contenido dentro del pecho.Cuando abrió los ojos, no estaba en su cabaña.Estaba de pie en un claro.El cielo sobre él no era el mismo. Una Luna Roja enorme flotaba sobre las copas de los árboles, más cerca de lo que jamás la había visto, bañando todo con una luz tibia que no quemaba, sino que acariciaba.El viento era suave. Olía a flores nocturnas, a cenizas dulces y al recuerdo de una canción que nadie había cantado aún.Y entonces, la vio.Ailén.De espaldas.Con el cabello suelto cayendo como un río oscuro por su espalda, con los pies descalzos sobre la hierba. Vestía de blanco. O tal vez no vestía nada. En ese lugar, el cuerpo y la forma importaban poco. Solo estaba ella. Solo su presencia, como una herida abierta que dolía con belleza.Raven no se movió. No respiró. No ha
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