Tres días después del nacimiento de Eryon, la plaza principal de Luminaria se preparaba con un bullicio contenido, pero lleno de expectativa, para acoger la Ceremonia del Nombre. Era un rito ancestral, tejido con las tradiciones humanas, lobunas y vampíricas, que unía a los tres pueblos en una sola celebración para recibir a un nuevo miembro en el tejido vivo de su alianza.Esta vez, sin embargo, la ceremonia tenía un peso especial: sería la primera vez que un niño nacido de dos sangres tan distintas —la de Amara, humana y protectora, y la de Lykos, guardián lobuno— fuera presentado al mundo. La emoción se palpaba en cada rincón del asentamiento, como si la tierra misma contuviera el aliento.Durante todo el día, los aldeanos trabajaron con esmero y devoción para transformar la plaza. Guirnaldas hechas de hojas plateadas recolectadas en los bosques cercanos ondeaban al viento, sus bordes reflejaban la luz dorada del sol que caía sobre ellos. Flores lunares, de pétalos translúcidos y ar
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