El viento del mar soplaba con un susurro que parecía un antiguo canto, uno que sólo los que saben escuchar con el alma pueden descifrar. A cada inhalación, sentía cómo el aroma de la madera mojada y las flores silvestres que habían vuelto a brotar entre las ruinas curaba, poco a poco, las heridas de un mundo que había conocido la tormenta más feroz.
Sosteniendo la mano de Lykos, notaba la fuerza tranquila que emanaba de su tacto, esa fuerza que no necesitaba palabras para hacerse presente. Subíamos los escalones del faro, cada peldaño una conexión con el pasado, con las sombras que habíamos vencido, con las lágrimas y los susurros que ese lugar había absorbido a lo largo de los años.