MARCUS BLACKLissandra estaba sonriendo. No era una gran sonrisa, apenas una curva pequeña, casi imperceptible, pero yo la vi. Después de tantas semanas con esa mirada vacía, con el alma apagada y la voz hueca, verla así, con un atisbo de vida en los labios, me descolocó por completo. Había estado sumida en una niebla emocional tan densa que ni siquiera fingía estar bien, y de pronto, sin previo aviso, sonreía.No tenía sentido. No después de todo lo que había pasado. No después de lo que yo mismo le había hecho. Ella ya no me pertenecía del mismo modo, lo sabía. Pero aun así, ahí estaba: sonriendo.La observé bajar por las escaleras con un aire distinto, casi sereno. Caminaba con una ligereza que no le había visto en semanas, como si algo dentro de ella se hubiera desanudado. Se movía con tranquilidad, demasiada para mi gusto. Como si supiera algo que yo no. Como si, por primera vez en mucho tiempo, no le pesara el alma.Algo no encajaba.Me levanté del sofá y caminé hacia la cocina,
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