Sofía Siempre supe que Maximiliano sería mío. Mucho antes de que Ricardo se interpusiera en nuestro camino, mucho antes de esa boda que yo misma orquesté con una paciencia fría y calculada, mi corazón ya le pertenecía nuestro romance de juventud era el más apasionado que había vivido. Habíamos tenido mucho sexo antes de que se fuera a estudiar a New York, pero siempre me dijo que era sólo eso, sexo. Maximiliano siempre había tenido ese aire distante pero vulnerable, esa intensidad en la mirada que yo, solo yo, sabía cómo provocar. Ricardo había sido un peón útil, una pieza clave en mi juego para acercarme más y más a Maximiliano, para asegurar mi lugar en su vida. Pero cuando se enteró que me hice novia de su primo, no quiso volver a tocarme, planeé el matrimonio para que se muriera de celos y me rogara que no lo hiciera, aún estando en el altar pensé que lo haría, que me rogaría, pero eso no ocurrió. La muerte de Ricardo… fue un daño colateral necesario, un escalón más en mi asce
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