El tiempo, sin piedad continuaba su marcha y con él, la tristeza de Ángel no hacía más que crecer.Cada día era una repetición del anterior, una cadena de horas vacías que solo servían para alimentar su melancolía. El paso de los días no traía consuelo ni olvido, solo acumulaba ausencias, recuerdos y preguntas sin respuesta.Las semanas se convirtieron en meses, y la ausencia de Coromoto lo envolvía como una niebla espesa e impenetrable.Cada amanecer llegaba sin esperanza, con el mismo nudo en el estómago, la misma sensación de desamparo. Se despertaba con los ojos abiertos al techo, como esperando una señal, un indicio de que ella regresaría, de que todo había sido una pesadilla. Pero nada cambiaba. El vacío era constante, inamovible.El teléfono seguía mudo, los mensajes sin respuesta, y la búsqueda que había iniciado no había dado frutos.Las pistas se desvanecían, los contactos cerraban puertas, los conocidos fingían ignorancia. Nadie sabía nada sobre su paradero, o quizás na
Leer más