169. Carne, hueso y huesos que no aparecen.
Narra por Ruiz.La celda es fría.Pero no por el concreto ni por las rejas. Es fría por la rutina, por el olor a cloro barato, a humanidad vencida, por el eco hueco de las plegarias susurradas en las noches, plegarias que nadie escucha, y por los silencios que se comen los pensamientos.Acá adentro, todo se repite.El desayuno con gusto a cartón, las miradas de los otros, las duchas donde uno no se da vuelta ni para buscar el jabón, el conteo dos veces por día como si fuéramos ganado.Pero a mí no me importa. No vine a hacer amigos. No vine a purgar pecados. Vine a contar los días. Y a matar el tiempo, con suerte, a alguien. La puerta metálica se abre con ese chillido oxidado que me hace sonreír. Es el único sonido en este lugar que todavía tiene algo de vida.Y ahí entra Verónica.Rubia como las rubias de antes, las de cine blanco y negro, curvas de escándalo y boca de mala noticia.Traje entallado, perfume caro, tacos que no pegan con este lugar ni con este mundo, y una carpeta en
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