125. El amor debajo del colchón.
Narra Lorena.No sé qué es peor: tener la maldita tarjeta de Gomes escondida debajo del colchón o no tener un puto celular para marcar el número que podría salvarme. Es irónico, ¿no? En una mansión llena de armas, cámaras de seguridad, putas y whisky importado, no hay un solo celular al que yo pueda acceder sin que me cuelguen como a un trapo sucio en el patio trasero.Me recuesto en la cama, en esa cama enorme y fría que Ruiz cree que es un altar donde él es dios, rey y verdugo, y yo su esclava favorita. Paso los dedos por la costura del colchón como si al acariciarlo pudiera activar una bomba o abrir una puerta secreta. La tarjeta está ahí, entre la tela y la tabla de la base, doblada con cuidado, como si eso la hiciera menos frágil. La saqué anoche después de que él se durmiera, con el sudor de ambos todavía pegado entre mis piernas y la sensación de haberme desangrado otra vez en sus brazos. La sostuve frente a mis ojos en la penumbra, vi el nombre, el cargo, y ese número impreso
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