Nunca pensé que una noche destinada a la diplomacia y las apariencias pudiera transformarse en el escenario de un peligroso juego con fuego. Pero ahí estaba, atrapada entre cristaleras gigantes que reflejaban la opulencia de la mansión, con el corazón latiendo con una fuerza que apenas podía controlar.La reunión había sido una coreografía perfecta: sonrisas falsas, palabras medidas, brindis que sabían más a promesas rotas que a alianzas sinceras. Las familias rivales de Alessio y las mías, sentadas bajo el mismo techo, fingiendo un futuro común cuando en realidad cada uno guardaba secretos y cuchillos bajo la mesa.Yo, con mi vestido azul noche ceñido que resaltaba cada curva, parecía el epítome de la princesa sumisa que todos esperaban. Pero dentro, una tormenta rugía desde hacía semanas. Y él estaba ahí, a pocos metros, con esa mirada que siempre me desarmaba.En un momento, cuando la conversación se tornó demasiado tediosa y las miradas se cruzaron en un juego silencioso, Alessio
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