El amanecer se filtraba por las rendijas de la persiana, dibujando líneas doradas sobre el mapa desplegado en la mesa. Llevaba horas observándolo, memorizando cada ruta, cada punto de control, cada posible trampa. Mis ojos ardían por la falta de sueño, pero mi mente seguía trabajando a toda velocidad.Levanté la mirada hacia la ventana. En algún lugar, más allá de este refugio temporal, estaba la respuesta que habíamos estado buscando durante tanto tiempo. La prueba definitiva que conectaría a Khalid con la red terrorista internacional y, lo más importante, la información que podría salvar miles de vidas inocentes.Marcus dormía en el sofá, su respiración profunda y regular contrastaba con mi inquietud. Lo observé por un momento, permitiéndome el lujo de contemplarlo sin sus defensas habituales. Sin su máscara de frialdad, sin la tensión constante que lo caracterizaba. Parecía casi vulnerable.¿Quién lo hubiera imaginado? Yo, Elena Vidal, la periodista que había jurado exponer las ope
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