La atmósfera estaba cargada, más pesada que nunca. Las sombras acechaban, y con ellas, mi miedo. El miedo de perderlo. Kian, mi alfa, el hombre que había puesto mi mundo patas arriba, se había convertido en mi única razón para seguir respirando. Pero ahora, con la manada rival tan cerca, sentía que lo estaba perdiendo de a poco, como si una oscuridad imparable se estuviera tragando todo a su paso.Mis ojos seguían su figura, casi instintivamente buscando consuelo en su presencia, a pesar de la furia y el caos que nos rodeaban. La cabaña, que antes se había sentido como un refugio, ahora parecía un agujero en el que estábamos atrapados, esperando el inevitable golpe de la tormenta.—Emma, tenemos que salir de aquí —dijo Kian, su voz grave
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