Todo en mi cuerpo me pedía descanso. Mis músculos, adoloridos hasta el extremo, se resistían a moverse, y mi mente, que había estado al borde del colapso tras la batalla, solo deseaba apagar el caos que había sacudido nuestra vida. Pero, aunque mi cuerpo estuviera extenuado, el corazón seguía latiendo con fuerza, inquebrantable. Estaba junto a él, Kian, el alfa que, a pesar de estar también hecho pedazos, seguía siendo el fuego que no podía apagar.Sin embargo, entre nosotros había algo que no podíamos ignorar. Una distancia que no era física, sino emocional. La lucha, el dolor, el miedo, todo eso nos había unido, pero ahora… ahora había algo más: una tensión que no podíamos disipar, una incomodidad que crecía con cada hora que pasábamos
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