LUCIEN BLACKWELLEl gesto de Carter se volvió frío y su mirada parecía vacía. Entendía que la idea de ver a Rocío en brazos de otro hombre no era algo reconfortante, pero no era mi culpa que ellos decidieran enamorarse cuando nadie se los pidió. Sabían cuál era el plan y lo que implicaba, decidieron ponerse la soga al cuello ellos solos. Era arriesgado mandar a Carter con Rocío, podía matar a Alexei sin motivo, solo celos, y meterme en problemas con la familia Makarov. Para poder matar a alguien como yo, el problema era enfrentar al resto de su organización y familia, y tener pruebas te daba la justificación y el perdón, hasta cierto punto, porque no estaba exento de venganzas más sutiles. Se trataba de una cuestión de honor y eso podía irse a la mierda con un solo error de él, pero sabía que no habría nadie más comprometido con su seguridad que él. La protegería con devoción y sin necesidad de darle un bono extra. Resoplé antes de hacer girar el tambor de mi revólver, apoyándolo en

DAMIÁN ASHFORD—No puedes rebajarte a su nivel —dijo Andy en cuanto por fin colgué la llamada con Lucien—. John puede demandarte por alterar la grabación y usar sus fotografías y expediente clínico. Es ilegal exponer a una persona de esa manera en redes sociales.Sabía que estaba preocupada por mí, pero no me gustaba que nadie me dijera qué hacer. —No me demandará —dije con tranquilidad mientras revisaba uno de los papeles del escritorio, leyéndolo sin leer. Solo buscando las palabras indicadas dentro de mi cabeza para que Andy dejara de preocuparse.—Lo hará… lo sabes —sentenció apoyándose con ambas manos en el escritorio. Entonces levanté mi atención hacia ella, y mi mirada se quedó colgada de su escote por breves segundos antes de caer en la trampa de sus ojos—. Desde que… sé la verdad, siento que no te conozco, que no sé qué esperar de ti. »¿Qué estás tramando, Damián? Solo dime qué no es nada peligroso. Me levanté tranquilamente y me dirigí hacia el minibar donde me serví un w

DAMIÁN ASHFORDCarter, aún con los brazos extendidos y la confusión dominando su rostro, frunció el ceño y negó con la cabeza mientras Shawn se alejaba, abrazando a mis hijos como si fueran dos muñecos de peluche, que pronto dejó en el escritorio de Gina, y mientras ella los recibió con emoción y mimos, Shawn mantenía la mirada fija en ese mudo, siguiendo cada uno de sus movimientos como si fuera un oso protector.¿Qué magia tenían mis pequeños que parecían conquistar el corazón incluso de las personas más hostiles? Jamás lo entendería. —¡No te me acerques! —exclamó Andy desde el interior de la oficina, recordándome que Lucien estaba con ella, dentro. —Oye, tranquila… Solo vine a saludarte —dijo Lucien confundido, levantando una ceja—. ¿Las hormonas de embarazada te traen loca? Andy se cruzó de brazos, con las mejillas al rojo vivo. Quitarle las bragas había sido una broma más divertida de lo que parecía.—¿Qué haces aquí? ¿Cuál es el regalo que le trajiste a Andy? —pregunté con un

JAMES CARTERLlegué a la vieja casa que se veía en penumbras desde que Lucien había decidido abandonarla, buscando darle a Camille un refugio lleno de paz, como si pudiera cortar de tajo su historia y la muerte que siempre cargaba sobre su espalda. Protegiendo de él mismo lo más puro que ha tenido en su vida. La ironía no se me escapaba.¿Cómo puedes tener paz mientras te dedicas a la guerra? Ni siquiera el orgulloso señor Ashford podía mantener ambas vidas separadas.«James… si piensas dedicarte a esto, nunca tengas familia, nunca tengas mujer, pero principalmente, nunca te enamores. No porque no lo merezcas, sino porque tarde o temprano te lo quitarán. Entre más ames, más sufrirás y más débil serás», había dicho mi padre en su lecho de muerte, en medio de la sala desecha por disparos, sosteniendo la mano fría de mi madre que había muerto segundos antes, ahogándose con su propia sangre.Levanté la mirada hacia esa soga con un impecable nudo de ahorcado que colgaba al lado de mi cama

JAMES CARTER—Señorita Rocío, se ve muy linda el día de hoy —dijo Ágata recuperando la compostura—. Se ve que el ejercicio con el libro ha surtido efecto, tu postura es apropiada, ya no desgarbada como de costumbre. —Sí, supongo —contestó Rocío alisándose la falda y con esa actitud nerviosa. No parecía orgullosa de su logro y la comprendía, podía apostar que sentía que estaba dejando de ser quien era para convertirse en alguien más, y eso no es muy agradable cuando eres feliz como estabas. —Bien, para pulirte más cambiaremos los libros por un vaso de agua —agregó Ágata haciendo que Rocío abriera los ojos con sorpresa. —¡¿Un vaso de agua?! —exclamó—. La casa terminará llena de vidrios por todos lados. —Espero que no, no quisiera que terminaras bailando sobre ellos, porque sí, esa es la lección de hoy y nos acercamos mucho al final de tu entrenamiento —contestó Ágata con orgullo.—¿Mi lección de hoy es bailar sobre vidrios? —preguntó Rocío no muy convencida, pero tampoco sorprendida