El aire en la habitación estaba saturado de deseo, espeso como humo, caliente como un incendio recién desatado. Julie, arrodillada frente a él, lo miraba desde abajo con los ojos verdes encendidos por una lujuria que la desbordaba. Sus labios estaban entreabiertos, y su lengua húmeda ya esperaba, ansiosa, lo que Ryan no tardó en ofrecerle.Él dio un paso hacia ella, lento, con la respiración agitada y los músculos tensos. Su erección era imponente, gruesa, palpitante, y brillaba bajo la luz cálida de la lámpara. Se detuvo justo frente a su rostro y apoyó una mano en su mejilla. La acarició con una suavidad que contrastaba con la mirada cargada de posesión que le dirigía.—¿Segura? —susurró, su voz grave y cargada de deseo.Julie no respondió con palabras. Solo cerró los ojos y dejó que su boca se abriera más, sacando la lengua para lamer la punta húmeda. El gemido que salió de Ryan fue ronco, casi animal. Acarició su cabello rubio, enredando los dedos con fuerza, y la atrajo más hacia
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