A lo lejos, entre los restos chamuscados de los arbustos del jardín, Alonzo también emergía, cubierto de polvo, con una herida sangrante en la frente y el hombro derecho dislocado. Su chaqueta estaba hecha un caos, pero sus ojos estaban vivos.—¡Levántense, carajo! —gritó a los pocos hombres que aún respiraban entre los restos del jardín—. ¡No ha terminado!Uno de los francotiradores logró incorporarse con dificultad. Otro, cojeando, buscó su rifle entre los escombros. Las voces rotas se mezclaban con el crujir del metal y el silbido de las llamas que aún ardían en partes de la entrada.Dante avanzaba, jadeando, por el pasillo principal. Su mirada escaneaba el caos, los cuerpos, el desastre... hasta que la vio.Aurora yacía a unos metros de la gran escalera, su vestido cubierto de polvo, su cuerpo desmayado y sin señales de movimiento. Bianca estaba metros más adelante , pero Aurora... milagrosamente seguía allí.—¡No... no! —murmuró Dante con el corazón encogido.Corrió como pudo hac
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