Todos los capítulos de Matrimonio forzado con el cruel jefe de la mafia: Capítulo 161 - Capítulo 167
167 chapters
Salvándola
Mientras tanto en la mansión de Antonio, Leonardo Rossi se acomodó en su asiento. Su expresión era calculadora, como si estuviera mirando una joya que ya había comprado.Antonio extendió un brazo hacia el centro de la sala.—Que empiece la función — dijo con voz fría.Mateo llevó a Aurora hasta la tarima. Ella se resistió al subir, pero él le apretó la muñeca con brutalidad y la empujó con fuerza. Aurora trastabilló, pero se mantuvo de pie.Aurora estaba a punto de entrar en crisis, la imagen que tenía al frente de esos hombres allí sentados observando como si ella fuera un trozo de carne, un trofeo... le ponía la piel de puntas, la ponía completamente nerviosa. Antonio se posicionó a un lado, tomando un pequeño martillo de madera. Su tono era el de un showman de feria, pero su mirada destilaba veneno.Mientras el convoy llegó a las cercanías de la mansión, no hubo sigilo. No era necesario. Era una declaración de guerra. Los primeros disparos tronaron en cuanto los guardias intent
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Guerra de ego y poder
Cristales reventando, casquillos cayendo como lluvia, gritos de heridos y el bramido de DanteQuien subió las escaleras como una bestia desatada al ver que Antonio salió corriendo. Cada paso que daba era una amenaza para el mundo. En el pasillo del segundo piso, más enemigos lo esperaban. No importaba. Ninguno tenía la rabia, el dolor ni la determinación que él llevaba dentro. Ninguno pensaba en Aurora.Una bala le rozó el brazo izquierdo. No se detuvo, disparó a ciegas y acertó. Otro hombre cayó. El siguiente intentó escapar, pero Dante le disparó por la espalda. Nada lo frenaba. Ni el dolor, ni la sangre, ni el caos.Al fondo del pasillo, una gran puerta doble. Antonio estaba allí. Lo sabía.—¡ANTONIO! —rugió como un animal.Del otro lado, el silencio.Dante alzó el pie y pateó con toda su fuerza. Una, dos, tres veces. Al cuarto golpe, la puerta cedió y se abrió con fuerza.Antonio lo esperaba con una pistola en la mano y una sonrisa torcida.—Tardaste —dijo.Dante disparó sin pensa
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Furia y renacimiento
El fuego devoraba la mansión con un rugido constante. Las llamas trepaban por los muros como lenguas vivas, y el humo comenzaba a engullirlo todo. El estruendo de maderas cediendo y vidrios estallando formaba un coro apocalíptico mientras Dante avanzaba con Aurora en brazos. Su cuerpo, manchado de sangre y ceniza, era apenas contenido por los músculos tensos de su amada Ella lo miraba con los ojos húmedos. El vestido rojo de látex aún colgaba rasgado sobre su cuerpo. Había marcas en su piel, golpes, heridas, pero sus labios esbozaban una leve sonrisa cuando lo vio.—Dante… —susurró con la voz rota.Él no dijo nada al principio. La apretó contra su pecho, le acarició la nuca con ternura inusitada, y la besó. Un beso profundo, desesperado, como si el mundo se acabara en ese instante y sólo pudieran salvarse a través de ese contacto.Cuando se separaron, sus frentes se tocaron. Él la miró con una intensidad feroz.—Nunca más —murmuró—. Nunca más voy a dejar que alguien te toque, te hie
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Impotencia
Vittorio bebió una copa lentamente, dejando que el líquido amargo deslizarse por su garganta mientras quemaba con fuerza a su paso. Su teléfono sonaba en su bolsillo. La llamada lo tomó por sorpresa, pero no tardó en contestar con una mezcla de impaciencia y curiosidad por saber de ella. Ella era lo único que en estos momentos invadía su pensamiento. La voz del otro lado le informó que ella ya había sido rescatada, y en ese momento, una sensación encontrada lo atravesó: una parte de él sintió satisfacción, pero otra aún permanecía tensa, como si una sombra de duda se aferrara a su mente.Una en donde ella iba a agradecerle al hombre incorrecto. Sentía una mezcla de impotencia y satisfacción: impotencia porque no había sido él quien la había sacado de aquel infierno, y eso pesaba bastante en su ego. La idea de que alguien más hubiera tenido esa victoria le incomodaba profundamente. Sin embargo, también experimentaba una satisfacción genuina al saber que, al menos, ella no estaba en
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Promesa inquenbrantable
Vittorio recibió una llamada y en ese instante supo que por fin su hermana había despertado.Sin perder tiempo, pasó la mano con suavidad por el hombro de Francesco, ofreciéndole algunas palmadas que, aunque pequeñas, eran un gesto de advertencia. Sabía que el viejo, con toda su experiencia y astucia, podía serle útil siempre y cuando permaneciera de su lado, alineado con sus intereses. En el fondo, comprendía que cualquier aliado podía marcar la diferencia en su plan, y que mantener a Francesco sería fundamental para lo que estaba por venir.Pero si en algún momento Francesco decidía actuar en contra de sus intereses, si optaba por una vía diferente, entonces ese viejo le sería completamente inútil y, en cierto modo, una carga. La lealtad era útil y, en su juego, solo valía si se utilizaba a su favor.Sin perder más tiempo, Vittorio salió rápidamente en su automóvil, dirigiéndose directo a la casa. Consciente de que Fiorella podía ponerse peor que una fiera si no lograba calmarla a
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Agonía
El sol apenas comenzaba a pintar de naranja los contornos de la mansión en Bolonia. Una brisa suave se colaba por las rendijas de las ventanas mientras el silencio de la madrugada envolvía cada rincón. Aurora dormía con el rostro apacible sobre el pecho de Dante, sus piernas enredadas con las de él, como si temiera que al soltarlo todo se desvaneciera.—Aurora… —la voz llegó desde la planta baja, firme y conocida—. Aurora, ¿puedes bajar?Ella abrió los ojos de golpe.—¡Es Alonzo! —exclamó, apartando la sábana y sentándose en la cama.Dante abrió un ojo perezosamente y la observó, la voz grave por el sueño.—Duerme otro poquito, bonita… —murmuró, acariciándole la cintura con una sonrisa perezosa.—No, Dante —respondió ella con prisa—. Alonzo me está llamando. No sería tan temprano si no fuera importante.Se colocó la bata blanca sobre la piel desnuda y salió rápidamente de la habitación. Al bajar los primeros peldaños, sus ojos se agrandaron con incredulidad.Allí, en medio del vestíb
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Muerte lenta y dolorosa
Dante había ordenado llevar a Antonio, a una de las bodegas del sur, no quería que Aurora volviera escuchar su voz y mucho menos sus gemidos de dolor, que era lo que se aproximaba a solo pocos segundos.La puerta del sótano se cerró con un chirrido sordo. El eco de los pasos se desvaneció entre las sombras. Solo quedaron tres figuras bajo la tenue luz amarilla que oscilaba desde una lámpara colgante, Dante, Alonzo y Antonio. El primero, implacable como una tormenta en silencio, el segundo, firme como una sombra leal, y el tercero, encadenado, sangrante, vencido… pero aún con los labios tensos de soberbia.Antonio tenía los brazos colgados por encima de su cabeza, cadenas gruesas sujetándolo del techo. Los nudillos estaban rotos, la piel colgaba en jirones sobre los pómulos, y el sudor frío se mezclaba con la sangre seca en su cuello. Pero incluso en ese estado, esbozaba una sonrisa sarcástica que solo conseguía avivar la furia de quien lo miraba.Dante se acercó. Sus pasos eran lent
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