LUCIEN MORETTIEl pasillo del hospital olía a desinfectante y a calma forzada, ese silencio artificial que nunca es real. Afuera, Milán hervía como siempre, pero aquí dentro todo parecía moverse en cámara lenta.Addy iba delante de mí, llevando mi bolsa de pertenencias con un paso decidido. Yo… bueno, caminaba despacio, porque, aunque el médico había dicho que las costillas estaban soldando bien, todavía sentía esa punzada cuando respiraba hondo o me movía demasiado rápido.—Lucien, el doctor fue muy claro: nada de esfuerzos, nada de cargar peso y, sobre todo, nada de hacerte el héroe por al menos tres semanas. —Su tono era tan autoritario que uno de los enfermeros giró la cabeza para mirarnos.—Creí que yo era el mafioso aquí —murmuré, y ella me fulminó con esos ojos miel.No respondí más. La última vez que intenté discutir con Addy, me dejó tres horas sin mirarme, y eso sí que no lo soportaba.Cuando salimos por la puerta principal, Paolo ya estaba afuera con el auto listo. Vidrios
Leer más