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Todos los capítulos de Más allá de la venganza: Capítulo 61 - Capítulo 64
64 chapters
Capítulo 61 – Cuentas Pendientes
Cuando llegó la hora del almuerzo, escucharon un leve sonido de llamado, que causó sacarlos solo un poco del estupor que los embargaba a todos mientras escuchaban todo lo que estaba diciendo Camila Villalba. La puerta del salón se abrió apenas un poco. Leticia, con los ojos enrojecidos y el rostro endurecido por todo lo escuchado, asomó la cabeza apenas lo necesario para mirar a la empleada que esperaba su respuesta mientras le anunciaba que el almuerzo estaba listo para servirse.—Trae por favor café y agua —ordenó con voz firme—. Nada más por ahora. El almuerzo tendrá que esperar. Yo misma avisaré cuando deban servirlo.—Sí, señorita —dijo la mujer con un leve asentimiento, haciendo un leve gesto de retirada, pero antes de irse, Leticia la detuvo.—Una cosa más… —su tono se volvió aún más serio— Dile a los de seguridad que nadie entra a esta casa sin que me lo informen primero. Nadie. Y hasta que yo no lo autorice, nadie cruza esa reja. ¿Está claro?La empleada asintió rápidamente y
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Capítulo 62 – La Más Peligrosa de las Verdades
Leticia se sentó junto a la ventana de la habitación donde estaban y donde había escuchado tantos secretos que hubiera preferido nunca oír, se quedó unos segundos observando el jardín bañado por la luz del sol del mediodía mientras su propio interior estaba sumido en sombras. A su lado, Camila reposaba con las manos cruzadas sobre su regazo, su expresión serena, pero sus ojos delataban una tormenta interior.Leticia desvió apenas la mirada, aún con el ceño fruncido por todo lo que había escuchado durante las últimas horas. Su mundo se estaba cayendo a pedazos, y aunque una parte de ella deseaba correr, gritar, desaparecer… otra parte, la que había sido criada para ser fuerte, la obligaba a permanecer allí, escuchando, asimilando.—Quería que habláramos mamá—dijo Leticia finalmente, rompiendo el silencio—. Como madre e hija. Pero te pido por favor que sea sin secretos, y, sin verdades a medias. –Camila asintió, con una tristeza contenida.—Y eso haremos hija. Te lo debo. Te lo debo des
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Capítulo 63 – No Soy Estrategia de Nadie
La habitación quedó en silencio después de que Leticia se retiró. El perfume fuerte que siempre dejaba a su paso flotaba aún en el aire, pero no fue eso lo que hizo que Camila se sintiera inquieta. Fue la conversación. La posibilidad. La idea que había comenzado como una estrategia y que, poco a poco, se había transformado en algo más. Mientras su hija daba instrucciones para que por fin sirvieran el almuerzo, lo que serviría un poco para calmar los ánimos en todos, Camila decidió avanzar en su siguiente estrategia.Se quedó sentada unos minutos, observando la puerta cerrada. Luego, con un movimiento lento, tomó su teléfono. Marcó el número de Alejandro.—¿Señora Villalba? —respondió él, tras un breve segundo de duda.—¿Podemos conversar a solas después del almuerzo, por favor? Me gustaría hablar algo muy importante contigo.Un silencio breve.—Está bien, cuente con eso.El almuerzo transcurrió con una serenidad engañosa y todos se mantuvieron en silencio.Camila Villalba al terminar
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Capítulo 64 – El Juicio Silencioso
Camila Villalba no se movió. No reaccionó de inmediato. Su cuerpo permaneció inmóvil, como si de pronto la gravedad hubiera cambiado en esa habitación. No respiró por varios minutos que parecieron eternos. Por un instante, el tiempo pareció detenerse con un silencio pesado. Era como si un abismo se hubiera abierto bajo sus pies y estuviera cayendo en él hasta el fondo. Solo sus ojos, fijos en los de Alejandro, revelaban que su mundo acababa de tambalearse. La palabra flotaba en el aire como una sentencia y había caído como una piedra al fondo de un lago sereno: Diana.Una simple palabra. Un nombre. Pero para Camila Villalba, era mucho más que eso. Era una herida sellada con descuido. Con indolencia. Una historia que había barrido bajo la alfombra de su conciencia hacía muchos años. Y ahora… ahora esa historia estaba de pie frente a ella, con los ojos oscuros de Alejandro Santoro clavados en los suyos.Su respiración se volvió superficial. La habitación, perfectamente ordenada, comenzó
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