Leticia se sentó junto a la ventana de la habitación donde estaban y donde había escuchado tantos secretos que hubiera preferido nunca oír, se quedó unos segundos observando el jardín bañado por la luz del sol del mediodía mientras su propio interior estaba sumido en sombras. A su lado, Camila reposaba con las manos cruzadas sobre su regazo, su expresión serena, pero sus ojos delataban una tormenta interior.Leticia desvió apenas la mirada, aún con el ceño fruncido por todo lo que había escuchado durante las últimas horas. Su mundo se estaba cayendo a pedazos, y aunque una parte de ella deseaba correr, gritar, desaparecer… otra parte, la que había sido criada para ser fuerte, la obligaba a permanecer allí, escuchando, asimilando.—Quería que habláramos mamá—dijo Leticia finalmente, rompiendo el silencio—. Como madre e hija. Pero te pido por favor que sea sin secretos, y, sin verdades a medias. –Camila asintió, con una tristeza contenida.—Y eso haremos hija. Te lo debo. Te lo debo des
Leer más