La habitación quedó en silencio después de que Leticia se retiró. El perfume fuerte que siempre dejaba a su paso flotaba aún en el aire, pero no fue eso lo que hizo que Camila se sintiera inquieta. Fue la conversación. La posibilidad. La idea que había comenzado como una estrategia y que, poco a poco, se había transformado en algo más. Mientras su hija daba instrucciones para que por fin sirvieran el almuerzo, lo que serviría un poco para calmar los ánimos en todos, Camila decidió avanzar en su siguiente estrategia.
Se quedó sentada unos minutos, observando la puerta cerrada. Luego, con un movimiento lento, tomó su teléfono. Marcó el número de Alejandro.
—¿Señora Villalba? —respondió él, tras un breve segundo de duda.
—¿Podemos conversar a solas después del almuerzo, por favor? Me gustaría hablar algo muy importante contigo.
Un silencio breve.
—Está bien, cuente con eso.
El almuerzo transcurrió con una serenidad engañosa y todos se mantuvieron en silencio.
Camila Villalba al terminar