Alejandro salió de la habitación donde había tenido una larga conversación con Camila Villalba caminando con paso firme, los hombros tensos, la mirada cargada de determinación. El aire en el pasillo era más liviano que el que había dejado atrás, pero no menos denso. A cada lado, los cuadros dorados y las molduras del caserón Villalba parecían mirarlo, como testigos mudos de todo lo que había sucedido y de lo que estaba por venir. Apenas había cerrado la puerta tras de sí, el abogado Samuel Ferrer se acercó con discreción pero sin demora. Sus ojos reflejaban la urgencia de quien carga una verdad que no puede esperar.
—Alejandro —dijo en voz baja, deteniéndose a su lado—. Necesito que vengas conmigo a mi despacho. Tenemos que organizar toda la información que Camila Villalba nos suministró y revisar los documentos con detalle. No podemos perder tiempo. Este proceso debemos iniciarlo ya.
Alejandro asintió, sin detenerse a mirar atrás.
—Vamos.
Mientras ambos hombres se alejaban por el pas