El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, mientras Ryan y Arly caminaban hacia el muelle.Las olas del mar chocaban suavemente contra las maderas envejecidas del puerto, creando una melodía tranquila que contrastaba con la tormenta interna que se desataba en el corazón de Arly.A pesar de la belleza del atardecer, su alma estaba rota, fragmentada, como si no pudiera encontrar el consuelo ni el reposo en el mundo.Los recuerdos de lo vivido con Francisco aún la perseguían, pensó que, a esta hora con él, ya estaría muerta, pero no quería rendirse, sentía la necesidad de seguir adelante, de intentar sanar, de creer que quizás el amor podría llegar a sanar las heridas que todavía sangraban.De repente, Ryan se detuvo en seco.Arly lo miró, confundida, al ver que él se ponía de rodillas frente a ella, con la mirada fija en la suya.El viento soplaba con fuerza, desordenando su cabello, pero lo único que ella podía oír era el latido acelera
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