Mila sintió un sudor frío recorrer su espalda, su mente trataba de hallar una salida, pero las palabras de Aldo y su padre la envolvían, presionándola.Las miradas de ambos, llenas de firmeza y desesperación, esperaban que ella negara lo que acababa de decir. No podía soportarlo más, el peso de la verdad la ahogaba, y el miedo se apoderaba de ella con cada segundo que pasaba.—¡No es así! —su voz tembló, y el pánico comenzó a invadir cada rincón de su ser—. Es cierto que vi a este hombre, pero lo vi por un momento, en la salida de un supermercado. Él me rogó perdón, solo fue un instante, y luego me fui de allí. ¡Hay cámaras en la zona! ¡Pueden comprobarlo! Yo no sé si él estuvo antes ahí, o si pagó a alguien para cometer ese crimen…Las palabras de Mila salían atropelladas, desesperadas, como si tratara de convencerse a sí misma de que estaba haciendo lo correcto. Pero el aire a su alrededor se volvió denso, casi irrespirable, y la mirada de Francisco se volvió aún más fría, más severa
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