Mi plática nocturna con Ragnar hizo aflorar todas mis emociones. Sabiendo que nadie vendría a molestarnos, no me molesté en volver a vestirme y me deslicé desnuda entre las sábanas de Mael. Mi amor dormía hecho un ovillo como solía, pero apenas me apreté contra su espalda, se volteó hacia mí.Hallé sus ojos en las sombras por intuición, y cediendo a un impulso, sujeté el collar de plata. Mael permaneció muy quieto, aunque su respiración se aceleró un poco. Se lo quité sin que intentara detenerme. El suspiro entrecortado que brotó de sus labios me cerró la garganta de angustia.—No te escondas, mi señor —susurré—. La única forma de salir de aquí con vida es que me permitas llegar a ti.Mael seguía inmóvil, pero sentía la intensidad de su mirada. Le acaricié la cara con ternura.—Soy tu compañera, mi señor. Entre nosotros no hay vergüenza ni remordimientos. Es lo que nos hace fuertes juntos.Su brazo rodeó mi cintura, al tiempo que extendía las piern
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