Mael se apartó del fuego cuando me oyó regresar, y soltó un gruñido de frustración al ver que cerraba la puerta en vez de llamarlo. Le dediqué una sonrisa tan amplia como falsa.
—Lo siento, mi señor, pero tu novia se fue con su novio —le dije, recuperando mi chal.
Me enfrentó ceñudo un momento, y luego se desvistió y se acostó todavía gruñendo por lo bajo. Meneé la cabeza, permitiéndome un momento de exasperación.
Creí que tendríamos unos días más de paz, pero por supuesto que estaba equivocada. A la tarde siguiente, Luva se presentó de improviso.
—Kantor quiere conocerte —dijo sin ocultar su preocupación—. Ordenó que te condujera al estudio de su hija.
—Olena la llamó bruja. Imagino que es sanadora —tercié incorporándome para ir con ella.
—Un poco de cada cosa. No creo que sepa magia, pero tampoco la vi sanar a nadie jamás. Lo suyo son los filtros y pociones con hierbas de las otras.
—Como filtros para la virilidad.
Luva asint